20. LEJOS DEL REY.

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Issy.

  —Majestad, ¿me está escuchando?— Agatha no ha dejado de hablar en toda la mañana mientras arregla mi cabello con flores del jardín, ¡Qué estupidez!

  —Sí, te estoy escuchando, Agatha— miento.

  Mi atención está en otro lugar, lejos de sus palabras, en la noche anterior. Mis ojeras reflejan lo mal que dormí; mi mente solo recuerda sus palabras rompiendo mi corazón. Pensé que lo que sentíamos era recíproco, pensé que era real. Pero su expresión dejó claro lo contrario, el desprecio con que reveló su única intención: aprovecharse de mis sentimientos para quedar bien ante la corte.

  —Creo que sería perfecto asistir mañana, ¿usted qué piensa?— me quedo en blanco ante la pregunta de Agatha.

  —¿Asistir a dónde?

  —Tenía razón en que no me está prestando atención— su reproche está cargado de curiosidad.

  —¡Perdón, perdón! Es que tengo la cabeza en otro lado.

  —Se nota, si quiere le doy un momento a solas.

  Asiento, necesito estar sola, pensar. Sus palabras vuelven a mi mente, perpetuando esta tortura que crece con cada segundo.

  Se sintió tan real, tan sincero, lo creí verdadero. Sentí su engaño como algo más que una simple mentira, creí que sentía algo por mí.

  «—¡Sabes bien que esto no era lo que quería, todo lo que he hecho es por la presión que pone este cargo sobre mí!»

  Lo que pasó en las caballerizas y se repitió hasta más no poder no fue tan importante para él como lo ha sido para mí. Me asomo al ventanal en busca de aire fresco que me ayude a disipar el mal sabor de su mentira.

  Salgo de la habitación dejando atrás el dolor de su recuerdo. ¡Mierda! Tendré que verle la cara en el desayuno y en estos momentos no quisiera verlo, soportar su falsedad como si no me estuviera quemando por dentro la decepción.

  —Majestad, esta tarde tendremos un almuerzo con lady Gaming,— siento los pasos de Agatha seguirme— es la esposa de uno de los integrantes de la Cámara de los Lores.

  —Entiendo, ¿sabes dónde está el rey?— pregunto al ver la silla del rey vacía—. No me sorprendería que llegue tarde, siempre lo hace.

  —El rey viajó a Noruega en la madrugada— la observo frunciendo el ceño en medio de la confusión.

  —¿Cómo?

  —Pensé que usted sabía, se fue en la madrugada con Humboldt.

  —Ya que el rey es un cobarde, llena mi agenda con todos los compromisos que quieras, tampoco me quedaré encerrada como una triste prisionera.

  Inicio el desayuno de mala manera, dejando caer bruscamente el cubierto. ¡Ahh! ¡Idiota! ¿Acaso los hombres no pueden comportarse con normalidad? ¿Es obligatorio que arruinen todo? Olvido mis modales y coloco los codos sobre la mesa.

  Nuestros gemidos de placer invaden mi mente de forma inapropiada, recordando la tarde lluviosa junto a los caballos. Nuestras pieles rozándose, los cuerpos mojados y los labios rojos, cansados de besar.

  —¡No, no, no!— me reprocho por los pensamientos llenos de lujuria—. Olvídate ya de ese idiota.

  —¿Perdón, me necesita, majestad?— inquiere mi doncella, pobre, le ha tocado soportar mis eternos cambios de humor.

  —No— me pongo de pie, dejando la mesa. Estoy harta de este maldito castillo, solo quiero volver a Brooklyn, con mi hermano, con mi padre, olvidarme de este infierno. ¿De qué sirve ser importante si en realidad no tienes lo que te importa?

  Estoy sola aquí, rodeada de desconocidos, sin poder hablar con nadie, sin poder hacer nada, siendo el hazmerreír de todos gracias a los desplantes del rey, que solo se preocupa por su propio bienestar. Odio sentirme perseguida, siempre en compañía y aun así sin poder sentirme acompañada. Tomo una de las botellas de licor de los estantes, con la mano temblando al recordar mi adolescencia, y busco la salida del castillo.

  —Déjame sola, Agatha— ordeno con voz firme mientras camino hacia la costa—. ¡Que me dejes sola!

  Mi grito es tan fuerte que los guardias nos observan. Agatha se detiene y yo continúo. Desesperada, con la sangre llena de furia, me arranco el collar de diamantes hasta romperlo.

  No puedo evitar soltar lágrimas mientras caigo en la arena. Siempre he cargado este dolor, nunca se ha marchado. Juré nunca volver a hacer esto, pero no sabía que me volvería a sentir así. Temblando, llevo el licor a mis labios, dejando que el alcohol ahogue mis penas, como lo ha hecho años atrás.

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⏰ Última actualización: Jul 18 ⏰

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