Los viernes por la noche cenan tacos.
Salen a un puesto por ellos, México parece tener el don de llevarse bien con todos los taqueros que puede haber, les habla como si los conociera de siempre.
Si están en tierras rusas, el eslavo se encarga de pedirlos a su chef personal para que los prepare especialmente.
«——¡Hoy es noche de tacos! —Exclamaba emocionado el mexicano, balanceaba su mano con la del ruso, caminaban por las calles de la CDMX en busca de un establecimiento donde cenar.
Rusia reía de vez en cuando, le encantaba ver a su novio emocionarse de esa manera.
«—¿Quieres comprar una agua antes de llegar? —Preguntó tranquilo.
«—Hoy no, quiero mi refresco bien muerto con mis taquitos.
Rusia asintió sin volver a insistir.
«—¡Don Pedro! —Saludo con alegría al que parecía ser el dueño de la taqueria.
«—Jefecito, gusto en verlo de nuevo, ¿lo mismo de siempre?
El hispanohablante asintió efusivo a la pregunta, con confianza el latino jalo a su pareja a donde estaban las mesas.
«—Te llevas bien con todo el mundo. —Objeto al ver como los trabajadores saludaban con cortesía a su pareja.
«—No con todos —Se sentaron en una mesa con mantel a cuadros rojos y blancos, en medio había servilletas, un salero y una salsera con un recipiente de limones y cilantro y cebolla —. Le caigo mal al ex presidente con cara de cheto de USA.
Ambos rieron por el comentario.
Empezaron una platica sobre temas fuera de lo laboral, mientras esperaban su pedido.