—Eh, tú. Perra. Pasa el balón.
Nanako y Mimiko levantaron la cabeza de sus libretas. Ambas eran mascotas, así que podía haberle hablado a cualquiera. Satoru Gojö se acercó cada vez más al vallado que le separaba de ellas, y a medida que la distancia era menor, la rubia pudo discernir que la estaba mirando a ella. Se puso de pie como un clavo.
—¿Eres ciega o sorda? Pasa el balón. No me hagas escalar.
—Voy... —Nanako soltó sus apuntes y caminó rápido. Los ojos celestes de Gojö daban miedo. Era un muchacho alto e increíblemente atractivo. También un cabrón. Pese a que su familia no pertenecía a ningún clan con sello corporal, se dedicaban al oscuro arte del sicariato. Y eran especialmente conocidos por su sangre fría y eficacia. Si tenían un objetivo, no duraba en su radar más de una o dos horas. Los Kugisaki y los Saotome tenían buenos vínculos con los Gojö. Nanako se apresuró en agacharse a por la pelota y la lanzó por encima de la red. El muchacho la paró en el aire y no le hizo más caso. Cuando regresó con Mimiko, le devolvía una mirada de susto.
—Buf... ¿estás bien?
—Estoy bien —asintió rápido, sentándose a su lado—. He sacado la misma nota que Jabami... en casi todas las asignaturas. ¿Crees que un insulto va a tirarme abajo el día?
—Te noto más optimista... y eso es decir en ti —rio Mimiko, volviendo la atención a sus hojas. Hasaba lanzó un suspiro largo y dejó de estudiar para volver a sacar el móvil. No había que ser un lumbreras para relacionar su ánimo mejorado a que charlaba con alguien.
—No es que esté más optimista... es que me siento contenta. Sólo me queda un curso para dar el salto a la facultad. Además... a muchos de estos imbéciles los perderemos de vista ya. ¿No te das cuenta, Mimiko?
La morena elevó los hombros. No sólo los de diecisiete años viajarían a otros países para continuar con sus estudios: los más peligrosos se pondrían ya a trabajar en los negocios familiares, y los que no, probablemente los perderían de vista por la distinta selección de carreras. Fuera como fuera, aquello se sentía como la libertad. Pero todavía faltaba más de un año. Mimiko cerró la libreta y bajó un poco el tono.
—Lo que me da rabia es que seamos nosotras la que tengamos que aguantar este tipo de tratos. Así no fue como me lo pintaron.
—Ya... a mí tampoco. Era un trato de protección. Pero empiezo a creer que es sólo un pretexto para maltratar a los estudiantes de bajos recursos.
Mimiko asintió. Cabeceó un poco, tratando de evadir el tema.
—En fin. Y tú, ¿vas a decirme qué te tiene tan feliz?
—Ah... —se sonrojó un poco y apretó el teléfono en las manos—. Estoy hablando mucho con una persona que me gusta.
La chica abrió la boca.
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La doble cara de la perversidad
FanfictionNobara Kugisaki es hija del líder del Clan Kugisaki, la organización criminal más influyente de Japón. Sus hermanos Kento, Suguru y Yüji son radicalmente distintos a ella, pero no saben hasta qué punto. El resto de clanes sostienen una temblorosa pa...