Salimos todos ganando

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"El papel de la lingüística computacional en el procesamiento del lenguaje natural."

Estudió diez de sus trabajos en una noche y sólo sacó algo en claro: el estudio de la Lengua era soporífero. Ni siquiera sabía cómo una persona podía dedicar toda una vida a escribir artículos de esa materia. Sachiko podía llegar a ser una persona interesante, pero desde luego, no lo sería por el tema en el que había enfocado su propio interés. Si su marido era francés, podía imaginarse un prototipo. Podía imaginarse cómo eran todos los ámbitos de su vida, pero Kugisaki aún estaba en la etapa de conocer esos ámbitos. Su prioridad era depredarla. Era el objetivo más difícil que había tenido, aunque eso no era mucho decir dado su historial. Se preguntó cómo podía hacer caer a una mujer más mayor que ella que ya tenía la vida y el futuro bien organizado. Tenía que haber una brecha, algún hueco por el que colarse en su vida que la hiciera igual de controlable que todos los demás.


Despacho de Sachiko Juraku


—Vaya dudas más tontas que tenía... —suspiró Kugisaki, guardando su portafolios en la mochila junto al estuche. Sachiko sonrió—. El inglés es fácil.

—Aprender a hablarlo y escribirlo es fácil, pero cuando toca analizarlo... a lo mejor cambia la cosa, si no es su lengua madre —dijo, regresando abruptamente al japonés—. Tiene muy buena pronunciación, se nota que le ha dedicado tiempo.

—No es el primer año que estudio en Estados Unidos, así que... —apartó la mochila de la mesa y unió sus manos. La estudió disimuladamente de arriba abajo y sonrió—. Profesora, es usted muy inteligente. Da gusto verla dar clase y me quedé impresionada ante el dominio del francés.

—¡Oh, eso...! He tenido la suerte de viajar mucho.

—Sí, pero una cosa es viajar... no todo el mundo es políglota. Su marido tiene mucha suerte.

—Qué cosas dice, Kugisaki...

Aunque Sachiko tenía perenne un semblante agradable, Nobara percibía en la mujer algo diferente. Era un aura. Un aura de autoridad.

—¿Lleva mucho tiempo casada?

Juraku suspiró con un aire divertido y cortó el contacto visual.

—¿Sabe, Kugisaki? Le voy a contar un pequeño secreto.

—Genial —sonrió de oreja a oreja.

—Antes de empezar un año lectivo, me pongo las pilas y estudio en profundidad cada alumno que va a sentarse delante del pupitre. Todos y cada uno de ellos tienen una historia que contar, un expediente académico... se lo imaginará, ¿no? A veces no hay razón para estar en un internado y otras sí.

—Claro... —murmuró, prefería que continuara antes de pillarse ella misma los dedos.

—Sé algunos motivos por los qué está usted aquí. Y déjeme decirle... que no permitiré que algo así se repita ni conmigo, ni con las otras chicas que están en su aula. De hecho, tenemos intención de no permitir esos comportamientos ni relaciones en ningún alumno, independientemente de su sexo.

Kugisaki fingió una mueca lastimera, deslizando las manos entre sí al juntarlas.

—Entiendo. Siento si la he molestado con mis preguntas, no quería parecer que eran con segunda intención.

—Hay una línea más delgada de lo que cree entre la curiosidad y la impertinencia. Imagino que... le ha llamado la atención que tenga marido. ¿O quizá que éste hable francés...? Realmente no lo sé. Pero forma parte de mi vida personal y prefiero que mis alumnos sepan lo mínimo.

La doble cara de la perversidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora