Nobara llevaba tres semanas de viaje familiar, muy lejos de Japón y completamente ausente de la vida de Hasaba. Llegó la noticia de que la muchacha no volvería a pisar Japón hasta que saliera del internado por fiestas navideñas. Sus padres lo habían atado todo para que no volviera a casa. Ese mismo día, la chica tendría una importante charla acerca de su futuro laboral y qué negocios podría manejar. Pese a que Akane le insistió muchas noches a su marido, éste no cedió ante la petición de dejar a su hija vivir con ellos de manera diaria, porque prefería no verla. Todos tenían sus motivos para no querer verla, pero Akane no podía evitar sentirse vulnerable ante la única niña que tenía y el camino por el que se iba perdiendo. Que Nobara tuviese actitudes psicópatas era algo que ya había quedado de manifiesto desde que era pequeña. Un psicólogo les había advertido con contundencia que el refuerzo positivo infantil no podía serle aplicado como con otros niños: la psicopatía tenía una alta carga genética, para alguien como ella jamás sería posible tener empatía emocional por otra persona. Sin embargo, los psicópatas podían tener empatía intelectual.
Y en cuanto el psicólogo explicó esto a unos preocupados padres por aquel entonces, Akane se echó a llorar. Su hija de seis años, con semejante diagnóstico, era capaz de tener empatía intelectual pero no emocional. Cuando viviera experiencias, con el tiempo, podría saber cómo se siente una persona, o más bien, analizar las conductas y lo que otra persona manifestara. Sabría deducir si algo le dolía, si algo le afectaba, si algo la hacía feliz... pero jamás se vería afectada en modo alguno de manera emocional por conocer esta información. Su cerebro no funcionaba así. Y jamás lo haría. Cuando alguien llorara por algo que ella le hacía, no se sentiría apenada. Pero sabría perfectamente lo mal que se sentiría, a pesar de que esto no le influyera negativamente. Por ello, todas las personas a su alrededor se transformarían en instrumentos. Jamás disfrutaría emocionalmente de salidas familiares. Akane tuvo que asimilar que, tras la primera muerte que provocó a un gatito pequeño con sus pequeñas manos, no podía indicarle gentilmente que eso estaba mal y esperar de ella que no lo volviese a hacer. Lo que tenía que hacer era castigarla, y hacerle entender de manera severa que aunque ella no se sintiera mal por el daño provocado, la sociedad iría en su contra y le repercutiría negativamente.
"Hay que hacerle entender que lo malo que hace se le vendrá en su propia contra, que la sociedad o el mundo la castigará. Para que, de manera egoísta, su cerebro pueda comprender que no puede realizar esas acciones y que será en su beneficio. Los humanos decidimos no hacer acciones bien por culpa, bien por miedo al castigo. En el caso de Nobara, la culpa nunca estará, así que es obligatorio que sienta miedo al castigo. Porque si alguien como ella no siente miedo al castigo... partiendo de que nunca sentirá remordimiento... ¿qué le impide el día de mañana, en la privacidad de su propio hogar, manipular o hacer daño a quienes la rodean impunemente?"
Akane y Ryota vieron, lenta y dolorosamente, cómo esas palabras cobraban vida e intensidad propia con el paso de los años. Nobara tenía una creatividad asombrosa, buen pensamiento tridimensional, facilidad para los juegos de Lógica y agudeza mental para casi cualquier tipo de rompecabezas. Había sido sometida a exámenes regulares y era superdotada. Y para completarla del todo, su sello se manifestó por primera vez a los once años, una edad precoz. Sería una persona peligrosa y muy fuerte si aprendía a domesticar sus poderes.
Volviendo al presente, las situaciones vividas a lo largo del año había formado distintas brechas. Ryota no quería verla porque le tenía temor y jamás lo reconocería. Lo mismo con Kento y Yüji. Suguru, que tenía un perfil que apuntaba a un trastorno típico de un delincuente penitenciario, comprendía bastantes actitudes de su hermana, pero tampoco tenía un apego real hacia ella. Y por supuesto, sentía escalofríos cuando la tenía cerca. Pero prefería llevarlo en silencio.
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La doble cara de la perversidad
FanfictionNobara Kugisaki es hija del líder del Clan Kugisaki, la organización criminal más influyente de Japón. Sus hermanos Kento, Suguru y Yüji son radicalmente distintos a ella, pero no saben hasta qué punto. El resto de clanes sostienen una temblorosa pa...