Excitación, no nervios

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—Agh, no me lo puedo creer... me faltó tan poco... —Yüji dio un golpe en el tablero, molesto. El profesor que supervisaba la partida de ajedrez chistó al muchacho.

—¡Joven Kugisaki! ¡No arme escándalo!

—Sensei... estaba a punto de tomarle ventaja.

—Jugar contigo es ridículo. Nuestra prima de seis años tiene mejores estrategias que tú.

—Ehh... ¿no te han dicho que calladita estás más guapa? —tiró a Nobara del pelo. Ésta le apartó de mala gana la mano y posicionó de nuevo las piezas en su lugar.

—Apártate, quiero otro contrincante.

—¿Uh...? Ni hablar. Quiero ganar a Suguru, así que tengo que practicar con la única persona que logra ganarle. Juguemos otra.

—Me haces perder el tiempo, jugar contigo no supone más que eso. Quítate —le instó, mirándole fijamente. Él se puso ambas manos tras la cabeza, mirándola con diversión.

—Quítame, larguirucha.

Kugisaki se le quedó mirando algunos segundos sin expresión en el semblante. No tardó demasiado en generar incomodidad en su hermano, que al final fingió carraspear y se puso en pie.

—Sensei, póngame con otro jugador.

—Pruebe con ella —el hombre señaló una de las mesas del final. Nobara colocó con cuidado también las piezas que había usado su hermano. Cuando miró de reojo con quién se batiría ese inútil, parpadeó interesada. Era Hasaba, Nanako Hasaba. Siguió con la mirada a Yüji y finalmente se levantó para acercarse.

—Hey, Kugisaki —Aoi prácticamente la arrolló. Era tan alto y fornido, que era como mirar una torre. Nobara suspiró aburrida y trató de contemplar por un lado para no perder de vista a su hermano.

—¿Qué tal te va, Todo?

—¿Podríamos hablar en privado...? Quiero aclarar algunas cosas.

—No, lo lamento —le sonrió con una falsa ternura y le esquivó. Aoi apretó los puños, pero no se siguió arrastrando. Siguió su camino, rezongando por lo bajo.


La mesa de Nanako era la última y la más apartada. Nadie había querido jugar con ella, así que el profesor había mandado a Yüji. Nobara caminó lentamente y se quedó a un lado del tablero, cruzando lentamente los brazos. El chico se peinó de una pasada el pelo rosa y le tendió seguidamente la mano.

—Hola, encanto. ¿Preparada para la derrota de tu vida?

—Ah, hola —sonrió gentilmente y estrechó su mano—. ¿Eres bueno?

—Sí. Vengo de machacar a mi hermana —dijo por lo bajo, tomando asiento.

—¿Ah, sí...? —rio Nobara, divertida. Él le chistó poniendo un dedo sobre los labios.

—A callar, que tú no quieres jugar conmigo. Te sustituiré por esta chica tan agradable. ¿Cómo te llamas?

—Nanako Hasaba... es un honor. No sabía que eras hermano de Kugisaki.

—Yo también estoy tan sorprendido como tú de que ese bicho sea mi hermana. Por cierto —se giró hacia ella—, ¿por qué estás aquí? ¡Ahora vete, envidiosa!

—No vengo para verte jugar a ti —rezongó de mala gana.

—Ah... bueno, yo hace mucho que no juego... no esperes algo muy decente... —susurró la rubia.

Yüji hizo su apertura, tratando de concentrarse. En el fondo, le molestaba la inteligencia de su hermana. Sentía que nunca podía destacar a su lado y era una sensación que también tenía con sus hermanos mayores. No le gustaba sentirse observado por ella mientras se desempeñaba con otro jugador, pero no dijo nada. Hasaba respondió. Él respondió de vuelta y ella ejerció un movimiento más. Yüji se lanzó a mover otra ficha. La chica se acarició el mentón y, tras dudar, movió directamente la reina. Nobara abrió los ojos y dirigió una mirada rápida a la chica.

La doble cara de la perversidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora