Todo iba bien después de las aclaraciones. No tuve tiempo de hablar con nadie ya que tenía que organizar reuniones y ordenar muchas cosas, y lo agradecí bastante. Hoy era mi último día en la empresa antes de mis vacaciones de invierno. Había decidido visitar a mis padres por sorpresa. Mientras recogía mis cosas, Nadia entró, llena de entusiasmo.
-¡Tiaaaa, vuelvo a España! -gritó Nadia, tan emocionada que casi no podía contenerse.
Levanté la mirada, sorprendida y contenta a la vez. Nadia siempre sabía cómo animarme, y su entusiasmo era contagioso.
-¿En serio? -respondí, intentando mantener la calma.
-¡Wlah! -confirmó, con los ojos brillando de alegría.
-Yo tenía planeado ir, pero no sé cuándo.
-¡Vamos juntas!
Antes de que pudiera responder, la puerta volvió a sonar.
-Luego te llamo y organizamos todo -dije con una sonrisa. Le di un abrazo y se fue.
Al abrir la puerta, me encontré con Reda.
-Buenos días, Reda -dije con indiferencia. Este tiempo me ha hecho recapacitar y entender que él es el hermano de mi jefe, y que todo lo que me pasa por la mente nunca pasará.
-Hola, Nayla -respondió con tristeza.
Lo miré, intentando descifrar su expresión. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Por qué parecía tan abatido?
-¿Necesitas algo?
-Cásate conmigo -dijo de repente.
La frase quedó flotando en el aire, y yo no sabía qué decir. Mi mente se quedó en blanco, y un sinfín de pensamientos se atropellaron entre sí. ¿Por qué me estaba pidiendo esto? ¿Qué pretendía con esta propuesta tan repentina?
-¿Qué? -respondí, confundida.
-Lo que has escuchado.
-Pero no puedes venir y soltarlo así porque sí.
-Solo serán tres meses, hasta que todo esté en orden y me hayan dado la empresa.
Intenté procesar sus palabras. ¿Tres meses? ¿Eso era todo lo que necesitaba para asegurar su posición? Y yo, ¿qué ganaba con esto? Nada más que problemas.
-¿Y por qué tendría que aceptar? ¿Para que consigas tu empresita y tu papi te haga caso? -dije, enfadada por su audacia.
-No uses lo que te dije para atacarme, Nayla.
-Lo siento, pero no puedo aceptar. No lo entiendes. Perdería mi trabajo.
-Seguirás con él ya que yo sería el dueño. Y si no aceptas, te puedo despedir perfectamente.
La amenaza se coló en mis oídos y sentí una oleada de ira mezclada con desesperación. ¿Cómo se atrevía a jugar así con mi vida?
-No puedes amenazarme con eso.
-Sí puedo y lo haré. Así que deja tu mierda de orgullo y acepta que no tengo todo el tiempo.
Me quedé mirándolo, incrédula por su comportamiento. Sentí un nudo en el estómago y mi mente corría, buscando una salida.
-Despídeme, me da igual. Ya estoy harta de aguantar tu comportamiento de mierda.
-¿Y qué tal la empresa de tu padre? No le gustaría perderla, ¿no?
Esa fue la gota que colmó el vaso. Me hirió profundamente que usara a mi familia en su manipulación.
-No pensaba que caerías tan bajo, Reda -dije, cogiendo mi bolso y saliendo de la oficina.
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Entre dos destinos.
RomanceUna joven de 21 años se muda a Holanda tras ser contratada por una empresa muy conocida, donde conoce a dos hermanos en competencia por el control de la compañía. A medida que se involucra en sus vidas, se encuentra en medio de un dilema familiar, e...