Capitulo 31

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—Tu querida hermanita o tu mujer —dijo moviendo la pistola.

Reda fijó su mirada en Sara, que estaba al lado mío, temblando y con lágrimas cayendo por las mejillas sin parar.

—Imposible, ella no es Sara —dijo Reda con incredulidad. Pero al mirarme, supo que sí, que era su hermana.

El tiempo parecía detenerse mientras las emociones se arremolinaban en el aire. La angustia de Reda era palpable. ¿Cómo podía elegir entre su hermana y su mujer? Una mezcla de rabia y desesperación cruzó su rostro. La resolución que tomaría en los próximos segundos cambiaría nuestras vidas para siempre.

El hombre con la pistola presionó el arma contra mi sien, apretando los dientes con impaciencia.

—No tenemos todo el día, Reda. Decide ahora o ambos mueren.

Reda respiró hondo, sus ojos nunca dejaron de estar fijos en los míos. Podía ver la lucha interna en su mirada, el dolor de una decisión imposible.

—Déjalas ir a ambas y me quedo yo —dijo Reda finalmente, dando un paso hacia adelante.

El hombre que sostenía la pistola soltó una carcajada amarga.

—No, no, no. No puedes cambiar las reglas del juego. Solo una —dijo, sacudiendo la cabeza—.

–Es mejor tener al hijo que a unas chicas que no le importan. Dijo Reda tratando de que nos dejasen libres aún que el tuviese que dar la vida por ello.

Sara sollozó más fuerte, y me di cuenta de que estaba a punto de desmoronarse. No podía permitir que Reda eligiera entre nosotras, y menos que el muriera. Tenía que hacer algo.

—¡Elígeme a mí! —dije con voz firme, aunque por dentro me sentía aterrada—. ¡Déjala ir a ella, Reda!

Sara me miró con sorpresa y terror.

—No, Nayla, no puedes...

—Sí, puedo —la interrumpí, intentando mantener la calma—. Es tu hermana, Reda. Ha vuelto después de tantos años. Tienes que estar con ella.

Reda se quedó paralizado, sus ojos llenos de angustia. Finalmente, asintió con la cabeza, aceptando mi decisión con lágrimas en los ojos.

—Está bien —dijo con voz ronca—. Llévate a Nayla y deja ir a Sara.

El hombre con la pistola sonrió satisfecho y movió su arma hacia Sara.

—Corre —le ordenó—. Lárgate de aquí antes de que cambie de opinión.

Sara dudó por un momento, mirándome con lágrimas en los ojos, pero al ver la determinación en mi rostro, finalmente echó a correr. Los hombres no le prestaron más atención, concentrándose en mí y en Reda.

—Muy noble de tu parte —dijo el hombre con un tono sarcástico jirandose hacia mi —. Ahora, vamos a hablar de negocios, Reda– dijo volviendo a jirarse hacia Reda.

Reda miró al hombre con frialdad, su mente trabajando a toda velocidad para encontrar una salida.

—Ya has conseguido lo que querías. Déjala ir y nos enfrentamos tú y yo.

El hombre negó con la cabeza.

—No tan rápido. Todavía quiero mi dinero. Pero primero, quiero asegurarme de que entiendes la gravedad de la situación.

El segundo hombre se acercó, levantando su arma y apuntándome.

—Una última cosa, Reda. Quiero que sepas cuánto duele perder a alguien que amas.

Reda dio un paso hacia adelante, desesperado.

—¡No! ¡Por favor, no lo hagas!

Justo en ese momento, alguien más salió del coche de Reda, apuntando su arma hacia el hombre que tenía atrás.

Era Ilyas, y estaba ahí. No iba a morir, no aún, me dije a mí misma, aferrándome a la esperanza.

La tensión estalló en un instante. En cuestión de segundos, Reda sacó una arma de su espalda y apuntó directo al hombre frente a mí. El disparo se escuchó por todo el almacén y el cuerpo del que era el "padre" cayó al suelo.

Dejé de respirar, el disparo seguía resonando en mi cabeza. Pero aún no había acabado. El hombre detrás mío vio a su padre caer y sentí la pistola mas pegada a mi cabeza.

Todo pasó en cámara lenta, sabéis  cuando algo malo va a pasar en las películas y todo va muy lento, pues eso era lo que yo estaba sintiendo ahora. Solo que no era una película, era mi vida.

Otro disparo volvió a resonar, y luego el silencio.




...

Entre dos destinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora