Un mes había pasado desde que Sara y yo habíamos estado refugiadas en la cabaña, mientras Reda e Ilyas trabajaban incansablemente con la policía. Era un tiempo extraño y tenso, lleno de incertidumbre y esperanza. Finalmente, las cosas comenzaron a arreglarse. La policía había logrado encontrar y arrestar al padre de Reda, revelando todos sus crímenes y conexiones. Con su encarcelamiento, una nube pesada empezó a disiparse de nuestras vidas.
Volver a casa fue un alivio indescriptible. Reda, Sara, Ilyas y yo llegamos a la casa de Reda y yo y por primera vez en mucho tiempo, sentí que podía respirar con tranquilidad.
—No puedo creer que esto haya terminado —dijo Sara, su voz suave mientras entrábamos a la casa—. Parece un sueño.
—Es real —respondió Reda, envolviendo a Sara en un abrazo protector—. Estamos a salvo ahora.
Ilyas, siempre vigilante, inspeccionó la casa rápidamente antes de relajarse un poco. Sus ojos se suavizaron mientras observaba la escena, una mezcla de satisfacción y alivio en su rostro.
—Lo logramos —dijo Ilyas, su tono tranquilo pero firme.
Asentí, reconociendo la verdad en sus palabras.
Reda y yo nos dirigimos a la cocina, comenzando a preparar una comida sencilla. Era un gesto pequeño, pero después de semanas de tensión y peligro, cocinar juntos sentía como un acto de normalidad restaurada.
—¿Cómo te sientes, Nayla? —preguntó Reda, sus ojos preocupados mientras cortaba verduras.
—Aliviada, agradecida... y un poco perdida —admití—. Todo ha cambiado tanto, y tan rápido.
Reda asintió, comprendiendo.
—Lo sé. Pero lo importante es que estamos juntos. Vamos a superar esto, paso a paso.
Mientras terminábamos de preparar la comida, Sara e Ilyas se unieron a nosotros en la mesa. Comimos en silencio, disfrutando de la compañía mutua y de la simple alegría de estar a salvo.
Después de la cena, nos sentamos en la sala de estar.
—Somos una familia ahora. Y no vamos a dejar que nada ni nadie nos separe de nuevo.
Miré a Reda, sintiendo una ola de amor y gratitud. Todo lo que habíamos pasado solo había fortalecido nuestro vínculo.
Reda me sonrió, su mano encontrando la mía.
El tiempo pasó lentamente mientras disfrutábamos de la compañía mutua y de la paz que habíamos encontrado. Sabía que aún había desafíos por delante, pero con Reda, Sara e Ilyas a mi lado, sentí que podíamos enfrentarlos. Habíamos pasado por el infierno y habíamos salido más fuertes. Ahora, era tiempo de reconstruir nuestras vidas y encontrar la felicidad que todos merecíamos.
Sara y ilyas se fueron a la casa que era de su padre, pero ahora era de Ilyas y ahora iban a vivir ahi.
Yo y reda nos quedamos hablando sobre todo y nada, porfin estaba cerca suyo y eso era más que suficiente.
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Entre dos destinos.
Storie d'amoreUna joven de 21 años se muda a Holanda tras ser contratada por una empresa muy conocida, donde conoce a dos hermanos en competencia por el control de la compañía. A medida que se involucra en sus vidas, se encuentra en medio de un dilema familiar, e...