Capitulo 11

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A la mañana siguiente, me desperté con el sonido de mi teléfono. Era un mensaje de Nadia. Me decía que tenía una sorpresa para mí y que pasaría por casa más tarde. Me levanté lentamente, sintiendo el peso de la discusión de anoche todavía sobre mis hombros. Me dirigí al baño, me lavé la cara y me miré en el espejo. No podía seguir así, con esta tensión constante con Reda. Algo tenía que cambiar.

Después de vestirme, bajé a la cocina para prepararme un café. Reda ya estaba allí, sentado en la mesa con su ordenador abierto. Apenas levantó la vista cuando entré.

—Buenos días —dije con un tono neutral, intentando evitar cualquier confrontación temprana.

—Buenos días —respondió sin mucho entusiasmo.

El silencio entre nosotros era palpable. Decidí no romperlo y me concentré en mi café. Pensé en la conversación que tendría que tener con Nadia más tarde y en cómo le explicaría todo lo que estaba pasando. Mientras tanto, Reda se levantó de la mesa y se dirigió a la sala de estar.

Un rato después, mi teléfono sonó nuevamente. Era un mensaje de mi madre, preguntándome cómo iba todo. Le respondí que todo estaba bien y que estaba emocionada por verla pronto. No quería preocuparla.

La puerta principal sonó y fui a abrir. Era Nadia, con una sonrisa de oreja a oreja y una bolsa de pasteles en la mano.

—¡Sorpresa! —exclamó ella, entrando sin esperar invitación.

—Nadiaaa dije , intentando sonreír.

Nos dirigimos a la cocina, Reda ya se había levantado a su habitación como siempre y nos sentamos. Empezamos a hablar de cosas triviales, pero ella podía notar que algo no estaba bien.

—¿Qué pasa, Nayla? —preguntó finalmente, su tono lleno de preocupación.

Suspiré y le conté todo lo que había pasado la noche anterior. Nadia escuchó atentamente, sin interrumpirme, asintiendo de vez en cuando.

—No puedo creer que te haya hecho eso —dijo finalmente—. Pero, ¿qué piensas hacer ahora?

—No lo sé, Nadia. No quiero que mi familia sepa que todo esto es un contrato que no quise firmar. Ellos creen que estamos juntos de verdad.

—Nayla, tienes que hablar con Reda. No puedes seguir así. Ambos teneis que poner de vuestra parte si esto va a funcionar, aunque sea por unos meses.

Asentí, sabiendo que tenía razón. Necesitaba aclarar las cosas con Reda, establecer límites y expectativas claras para los próximos meses.

—Gracias, Nadia. Necesitaba hablar con alguien.

—Para eso están las amigas —dijo ella, sonriendo y dándome un abrazo.

Después de que Nadia se fue, me quedé sentada en la cocina, pensando en lo que debía hacer. Decidí que era hora de enfrentarme a Reda de nuevo. Lo encontré en la sala de estar, todavía trabajando en su laptop.

—Reda, tenemos que hablar —dije, mi voz firme pero tranquila.

Él levantó la vista, notando la seriedad en mi expresión. Cerró su laptop y asintió.

—De acuerdo. Hablemos.

Nos sentamos frente a frente, y por un momento, el silencio llenó la habitación. Finalmente, tomé una respiración profunda y empecé.

—No podemos seguir así. Necesitamos poner  algunas reglas y entendernos mejor si vamos a sobrevivir estos meses juntos.

Él asintió lentamente, sus ojos fijos en los míos.

—Tienes razón. Y perdón  por lo de anoche, no hice bien en decirte eso.

—Yo también lo siento. No debí gritarte así. Pero esto no puede seguir siendo una batalla constante. Necesitamos encontrar una manera de al menos poder estar tranquilos sin estar discutiendo todo el rato.

Pasamos la siguiente hora discutiendo nuestros límites, expectativas y cómo íbamos a manejar las situaciones difíciles. Fue una conversación difícil, pero necesaria. Al final, sentí que habíamos dado un paso en la dirección correcta.

—Enfin —dije, sintiéndome un poco más ligera.

Nos quedamos en silencio por un momento, ambos asimilando lo que habíamos hablado. Finalmente, Reda se levantó y se dirigió a la cocina.

—¿Comer algo? —preguntó, intentando romper la tensión.

—Va, te ayudo.
Nos dirigimos a la cocina y comenzamos a preparar el desayuno juntos. Por primera vez en mucho tiempo, sentí una pequeña chispa de esperanza de que tal vez, solo tal vez, podríamos encontrar una manera de hacer que esto funcionara.

Comimos  juntos, hablando de temas triviales y evitando cualquier mención de la noche anterior. Parecía que ambos estábamos dispuestos a hacer un esfuerzo para que las cosas funcionaran, al menos en la superficie.

Después del desayuno, Reda se fue a la oficina en el piso de arriba, dejándome sola en la cocina. Pensé en aprovechar el tiempo para hacer algo productivo, así que me puse a limpiar la casa. Mientras ordenaba, mis pensamientos seguían regresando a nuestra conversación y a lo que Nadia me había dicho.

La tarde llegó rápidamente y Reda aún no había bajado. Me preguntaba si nuestras palabras habían tenido algún impacto real o si todo seguiría igual. Decidí que necesitaba salir a despejarme, así que me puse un abrigo y salí a dar un paseo.

El aire fresco me ayudó a despejar la mente. Caminé sin rumbo fijo, disfrutando de la sensación de estar fuera de la casa y lejos de los problemas por un momento. Mientras caminaba, vi una pequeña cafetería que parecía acogedora. Entré y pedí un té, sentándome cerca de la ventana.

Miré a la gente pasar, preguntándome cómo habíamos llegado a este punto. ¿Cómo había permitido que mi vida se complicara tanto? Reda y yo habíamos sido compañeros de trabajo, conocidos distantes, y ahora estábamos fingiendo ser una pareja feliz ante el mundo. La situación parecía absurda, casi irreal.

Mi teléfono sonó y vi que era un mensaje de mi madre, preguntándome cómo iban los preparativos para la visita. Le respondí rápidamente, asegurándole que todo estaba bien y que estaba emocionada por verlos. No quería que se preocuparan por nada.

Cuando terminé mi té, decidí regresar a casa. Al llegar, encontré a Reda en el sofá, mirando su teléfono. Me saludó con una sonrisa cansada, y me senté a su lado.

—¿Cómo fue tu paseo? —preguntó, intentando iniciar una conversación.

—Bien, necesitaba despejarme un poco —respondí.

Pasamos el resto de la tarde en relativa paz, hablando ocasionalmente pero más que nada disfrutando del silencio. Parecía que ambos estábamos haciendo un esfuerzo consciente por mantener la calma y evitar conflictos.

A la hora de la cena, decidimos pedir comida para llevar. Mientras esperábamos el pedido, estuvimos en silencio.

La comida llegó y nos sentamos a la mesa, disfrutando de un momento de tranquilidad. La conversación fue ligera y agradable, y por un momento, casi olvidé la tensión que había existido entre nosotros.

Después de la cena, nos sentamos en el sofá a ver una película. Fue un momento de paz, una tregua en medio de la tormenta que había sido nuestra relación hasta ahora. No estaba segura de cuánto duraría, pero estaba decidida a estar tranquila mientras pudiera.

Al final de la noche, cuando subimos a nuestras
. Reda me deseó buenas noches y cerré la puerta de mi habitación, sintiendo una extraña mezcla de alivio y esperanza

Entre dos destinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora