A la mañana siguiente, mi madre me llamó a las 8 de la mañana para decirme que ya estaban llegando, la última vez que hablábamos me dijo que iban a venir a pasar un rato en holanda.
Me desperté, llena de nervios y anticipación. Reda y yo habíamos acordado mantener las apariencias y hacer todo lo posible para que nuestra relación pareciera real.
Me vestí con cuidado, eligiendo un outfit que sabía que a mi madre le gustaría. Reda también se arregló más de lo habitual, y ambos nos encontramos en la cocina para un desayuno rápido antes de que llegaran.
-¿Lista? -preguntó, su voz un poco tensa.
-Tanto como puedo estarlo -respondí, forzando una sonrisa.
Poco después, escuchamos el timbre. Fui a abrir la puerta y me encontré con los rostros sonrientes de mis padres y mis hermanos. Los saludé con entusiasmo, abrazándolos con fuerza. Sentí una oleada de emociones al verlos, una mezcla de felicidad y nostalgia.
-¡Nayla! ¡Qué alegría verte! -dijo mi madre, abrazándome de nuevo.
-Yo también te he echado de menos mamá -respondí.
Entraron a la casa y Reda se acercó, saludándolos cortésmente. Mis padres lo recibieron con calidez, y pude ver en sus ojos que estaban felices por nosotros.
Pasamos la mañana charlando y poniéndonos al día. Reda hizo un esfuerzo por participar en la conversación, y aunque todavía había una tensión subyacente, parecía que estábamos haciendo un buen trabajo fingiendo ser una pareja feliz.
En un momento, mi madre me tomó del brazo y me llevó a un lado.
-Nayla, se te ve tan feliz. Reda parece un buen hombre. ¿Cómo van las cosas entre ustedes?
-Bien, mamá. Estamos aprendiendo a conocernos mejor cada día.
No era una mentira total, pero tampoco la verdad completa. Pero me sentía tan mal al hacer que ella creyese que su hija era feliz y que por fin había encontrado al hombre perfecto.
El día transcurrió en un ambiente agradable. Almorzamos juntos y luego decidimos salir a dar un paseo por el parque cercano. Mientras caminábamos, mi padre se acercó a Reda y comenzaron a hablar de negocios. Me quedé un poco rezagada con mi madre y mis hermanos, disfrutando de la compañía.
-Estoy tan feliz de que hayas encontrado a alguien, Nayla -dijo mi madre, apretando mi mano.
-Gracias, mamá. Yo también estoy feliz.-Dije finjiendo una sonrisa, odiaba mentir y más a mi madre.
Cuando regresamos a casa, preparamos una cena ligera y nos sentamos a la mesa. La conversación fue animada y llena de risas. Por un momento, todo pareció perfecto.
Después de la cena, mis padres se prepararon para irse. Los acompañamos hasta la puerta, y mi madre me abrazó una vez más.
-Cuídate, hija. Y cuida de Reda también.
-Lo haré, mamá. No te preocupes.
Cuando se fueron, sentí una mezcla de alivio y tristeza. Alivio porque habíamos logrado mantener las apariencias y tristeza porque sabía que nuestra realidad era mucho más complicada.
Reda y yo nos miramos, ambos conscientes de lo que habíamos logrado ese día.
-Buen trabajo -dijo él finalmente, una pequeña sonrisa en sus labios.
-Igualmente -respondí, con una sonrisa falsa y los ojos brillandome por las lágrimas.
Subí las escaleras pero al llegar al último escalón me cojio del brazo y me dio un abrazo, siempre he odiado el contacto fisico y nunca havia sido cariñosa con nadie que no sea de mi entorno familar, pero aqui estaba abrazando y llorando en el hombro del hombre que me havia echo la vida imposible.
ESTÁS LEYENDO
Entre dos destinos.
RomanceUna joven de 21 años se muda a Holanda tras ser contratada por una empresa muy conocida, donde conoce a dos hermanos en competencia por el control de la compañía. A medida que se involucra en sus vidas, se encuentra en medio de un dilema familiar, e...