CAPÍTULO 1: Mis nuevos vecinos parecen encantadores. Pero, claro, todo el mundo sabe que en las mejores familias siempre hay una oveja negra.
Aquella mañana me despertó el incesante sonidito del móvil sobre la mesita de noche. Me moví en la cama y gruñí, un poco molesta. Había tenido un sueño horrible en el que debía correr por el filo de un precipicio para salvar la vida mientras notaba cómo alguien que quería hacerme daño me pisaba los talones, y era curioso y molesto a partes iguales, pero ahora que estaba despierta sentía el cuerpo agarrotado como si realmente hubiera estado corriendo toda la noche.
La sensación de aplomo y malestar se suavizó un poco cuando, aún con un ojo abierto y otro cerrado, vi quién me había escrito con tanta insistencia. Básicamente tenía unos cuantos mensajes de mi abuela y otro porrón de ellos de mi amiga Julie, ambas felicitándome por algo...
¿Por qué me felicitaban?
Fruncí el ceño, pensativa, y luego se suavizó de golpe.
Ah, sí, que era mi cumpleaños. ¿Cómo había llegado el catorce de agosto tan rápido? ¿Y cómo de normal era que una adolescente se olvidara de su décimo octavo cumpleaños?
Bah. Qué más daba. En otro momento lo hubiera celebrado por todo lo alto, pero ahora...
Actualicé la bandeja de mensajes, decepcionándome un poco al descubrir que no tenía muchas más felicitaciones que leer, aunque siendo objetiva, pocas personas tenían mi nuevo número de teléfono. Además, lo cierto era que este día tendría un montón de mensajes en las redes sociales... de no habérmelas borrado todas un año atrás. A veces extrañaba subir fotos, estados, actualizar mi feed en cualquiera de ellas y mantenerme informada de todo lo que pasaba en el mundo de internet...
Pero ahora no podía perder tiempo en eso. De hecho, estar presente en las redes era lo peor que podía hacer en ese momento.
No tuve tiempo de sumergirme en la autocompasión porque justo en ese momento me llegó un nuevo mensaje, y esta vez abrí ambos ojos cuando vi quién lo había mandado. Mi pulso se disparó y de repente me faltó el aliento.
A pesar de todo, Rupert no se había olvidado de mi cumpleaños.
Había tenido otros novios repartidos por todo Londres, pero él había sido el primero con el que de verdad me había ilusionado (o más bien obsesionado) y que incluso había presentado a mi familia. Era el chico que sentía que mejor me había tratado y entendido, el único al que le había confesado mi trastorno porque era la persona con la que me veía pasando el resto de mi vida. Pero me había visto en la obligación de cortar con él de un día para otro, y no había vuelto a verle desde que mi madre y yo nos mudamos a Hastings, una ciudad junto a la costa al sur de Reino Unido.
De eso hacía ya casi un año, pero las lágrimas amenazaban con rodar por mis mejillas como el primer día.
Me levanté de un salto y empecé a vestirme para distraer la mente y así facilitar la inhibición cognitiva, porque por lo general solía perder el control de mis emociones cuando daba rienda suelta a mis pensamientos (principalmente los que giraban en torno a mi ex novio) y me convertía en una persona extremadamente intensa cuando eso pasaba. Siempre me había costado horrores controlar esa parte de mí, pero había tenido que aprender a la fuerza cuando se convirtió en un asunto de vida o muerte. No podía permitirme caer en las profundidades de mi caótica mente cuando tenía que permanecer alerta a toda costa, sobre todo cuando iba a pasar el día de mi cumpleaños sola en casa. Últimamente mi madre solo se dedicaba a ir pueblo por pueblo buscando trabajo, ya que en la ciudad donde ahora vivíamos había dejado su currículum en todos los negocios posibles y nadie se había dignado siquiera a hacerle una entrevista... lo cual no ayudaba mucho a su horrible crisis de los cuarenta.
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Los secretos que intentamos guardar
Teen FictionMary Clark fue una chica normal en el pasado, cuando la lluvia de Londres era la que la despertaba por las mañanas. Pero ahora vive en Hastings, tratando de huir de un pasado oscuro mientras carga con secretos que la atormentan y trata de reconstrui...