CAPÍTULO 5: Las preguntas incómodas siempre resultan en situaciones incómodas.
Cuando llegamos, el restaurante tenía un aspecto mucho más sofisticado que en las fotos, lo que me dejó un poco fuera de lugar. Había crecido rodeada de lujos, hospedándome en los mejores hoteles durante las vacaciones y comiendo en restaurantes de prestigio, pero mi vida había cambiado y, por tanto, hacía mucho tiempo que no estaba en un sitio tan refinado. De hecho, ya me había acostumbrado a la comida casera que hacía mi madre con las ofertas que iba encontrando en el supermercado. Y lo cierto era que, ahora que había probado ambas cosas, no cambiaba los viernes de pizzas con mi madre ni por todos los platos gourmet del mundo.
—Te está volviendo a pasar... —me susurró Jude, inclinándose un poco hacia mí.
—¿Hmm?
—Lo de evadirte.
Parpadeé. Era cierto. Ya incluso estábamos sentados a una mesa, hecho del que había sido solo vagamente consciente hasta ahora.
—Perdona, es algo que suele pasarme constantemente.
—¿Tienes déficit de atención o qué? —preguntó con un atisbo de diversión en el tono de voz.
Lo miré muy fijamente. Era la primera persona en notarlo desde que me había mudado, aunque a decir verdad tampoco me había relacionado mucho con la gente local como para dar pie a eso. Y la medicación ayudaba bastante.
—De hecho, sí —dije entonces.
Si había una sonrisa burlona en su rostro en ese momento, esta desapareció de inmediato. Sus ojos se abrieron mucho debido a la sorpresa y sus mejillas perdieron el color por un instante.
—¿En serio? Lo siento, no pretendía ser irrespetuoso.
—No te preocupes, no es nada —me apresuré a responder, agitando una mano para restarle importancia. Había sido diagnosticada con TDA hacía mucho tiempo, y en realidad no era algo que me causara un gran complejo. Tan solo era un poquito diferente a los demás.
—Claro que sí, ahora me siento fatal —replicó, y tras una breve pausa, añadió—: Tengo una idea.
Pero justo en ese momento una camarera se acercó a nuestra mesa para dejarnos la carta y tomar nota de nuestras bebidas.
Cuando se fue, no sin antes quedarse mirando a Jude como si fuera un Dios griego, dije:
—¿Qué idea?
Este me miró con tal picardía que me sonrojé un poco.
—Hazme una pregunta incómoda, la más fuera de lugar que se te ocurra. —Al ver que empezaba a reírme, continuó—: Hablo en serio.
—¿Qué? —pregunté—. ¿Por qué?
—Porque así estaríamos en paz.
Lo sopesé durante un instante. Oye, si era el mismo Jude quien lo estaba proponiendo, ¿por qué no? Además, tenía un montón de preguntas sobre ellos, en especial sobre Hades, de las que llevaba tiempo queriendo tener respuestas.
—Está bien —dije al fin—. Pero te advierto que son muchas.
—¿Cómo es que ya las tenías pensadas? —inquirió, volviendo a hacer gala de su contagioso sentido del humor.
—Venga ya, sois una familia muy peculiar, a cualquiera le surgirían preguntas al conoceros —rebatí.
—Oh, ¿tú crees? ¿Como cuáles? —me retó.
Empecé por una sencilla.
—¿Cuál es vuestra rutina de skincare?
—Simple genética —se burló el chico.
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Los secretos que intentamos guardar
Teen FictionMary Clark fue una chica normal en el pasado, cuando la lluvia de Londres era la que la despertaba por las mañanas. Pero ahora vive en Hastings, tratando de huir de un pasado oscuro mientras carga con secretos que la atormentan y trata de reconstrui...