Los secretos que intentamos guardar

Capítulo 6

CAPÍTULO 6: ¿Puedo sentir un enamoramiento por dos hermanos a la vez, o la simple idea ya suena pretenciosa?

Me encontraba removiendo mi té recién hecho mientras miraba fijamente una pequeña marca de suciedad en la pared de la cocina, tratando de no pensar mucho en lo que había pasado la noche anterior.

Era la primera vez en mucho tiempo que salía, de manera literal, de mi zona de confort, y no es que hubiera ido muy bien que digamos. Me había gustado volver al cine, a pesar de que no había puesto mucho interés en la película, y lo cierto era que también había disfrutado de la atención que Jude me había proporcionado. Que me dejara su chaqueta cuando notó que tenía frío me había parecido un gesto bastante lindo, y que además también me invitara a cenar era, por descontado, lo más emocionante que me había pasado en mucho tiempo con un chico. Al menos con uno que mostrara un mínimo interés por mí.

Sentí tal vacío en el pecho al darme cuenta de que la noche anterior había estado yendo tan bien que hasta me había sentido... normal, que estuve a punto de doblarme por la mitad cuando noté que se abría un agujero en mi pecho. Qué estúpida que había sido. ¿Cómo no lo había visto venir? Me había sentido tan halagada por el hecho de que Jude quisiera pasar tiempo conmigo que me había relajado demasiado. Porque por supuesto que aquello iba a acabar mal, ¡y lo peor era que una parte de mí lo había sabido incluso antes de salir de casa!

Me agarré al borde de la encimera con la mano libre, sintiendo de nuevo el terrible peso de la realidad sobre mis hombros. Yo no tenía derecho a vivir una vida normal, como la de cualquier otra persona, porque todo terminaba recordándome a aquel momento de agonía que aún llevaba a las espaldas y que siempre lo arruinaba todo. ¿Por qué diablos me pasaba esto a mí? Cualquier minúsculo comentario en cualquier conversación sin importancia hacía que absolutamente todo volviera a suceder otra vez en mi cabeza en una sucesión de horribles flashbacks que no eran nada sanos para mi salud mental.

Mi culpa.

Todo lo sucedido había sido por mi culpa. Yo era la única razón por la que mi madre había tenido que dejar toda su vida atrás y huir para esconderse como una criminal.

La cicatriz de su mejilla también era culpa mía.

¿Cómo podría perdonarme alguna vez?

Cuando me arranqué una lágrima de la cara y me llevé la taza de té a los labios casi con rabia, el líquido de su interior ya estaba tibio. La dejé sobre la encimera, molesta por haber perdido la noción del tiempo dejándome llevar por mis divagaciones típicas de una persona con TDA.

La reciente compañía de Lilith durante los últimos días había hecho, milagrosamente, que me olvidara de lo sola que me había estado sintiendo todo ese tiempo. De mi culpabilidad en todo aquello, de mis constantes miedos y de lo miserable que era mi vida últimamente. Pero la incómoda conversación con Jude la noche anterior me había recordado que nada de aquello podía ser real para mí, que no podía permitirme más momentos de salidas espontáneas a cualquier parte, porque en cualquier parte podría habitar el peligro para nosotras. En cualquier lugar, incluso en el menos esperado, encontraría mi muerte. Y entonces mi madre estaría perdida.

Sacudí la cabeza. ¿En qué momento me había dejado convencer tan fácilmente de dejarme ver por el centro de la ciudad como si nada pasara?

¡Era una inconsciente!

Me encontré rodeándome el torso con los brazos mientras notaba el dolor en mis pulmones al exhalar.

Jesús, cuánto necesitaba un abrazo. Lo necesitaba desesperadamente a veces, pero... ¿a quién iba a pedírselo? Mis abuelos y mi mejor amiga estaban en Londres, a Lilith la conocía de hacía tan poco que me daba vergüenza siquiera insinuarlo, y mi madre... ¿Cómo iba a pedírselo a mi madre? Con ella nunca me permitía mostrarme débil y asustada porque eso solo haría que las cosas se volvieran mil veces peor.