35. Por mi propia voluntad

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—¿En serio no está? —pregunto, con voz cansada, ya sin ganas de seguir insistiendo

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—¿En serio no está? —pregunto, con voz cansada, ya sin ganas de seguir insistiendo.

—Por favor, Eithan, ya te lo dije más de mil veces; Madi no está.

Made continúa asegurando que su hermana no se encuentra en casa, sin embargo, su expresión me transmite un mensaje diferente. Puedo ver con claridad que no está siendo honesta conmigo; sus ojos la delatan. Tal parece que no es buena mentirosa. Y eso se nota.

Inhalo profundo y exhalo el aire por la boca, con lentitud, en un intento por encontrar algo de calor y controlar el temblor de mi cuerpo, producto del frío que lo ha invadido al estar tanto tiempo así, bajo la lluvia. Joder… debí haber tomado el paraguas, pero no lo hice y gracias a eso, estoy aquí, empapado, muriéndome de frío y con nada más que mi suéter negro como única protección.

Me paso la mano por el rostro cuando las gotas de lluvia empiezan a interferir con mi visión, al mismo tiempo que un pesado suspiro, se me escapa por error.

—Vamos, Made, sé que está ahí adentro. Sólo necesito hablar con ella un minuto, por favor —suplico una última vez, pero no obtengo el resultado que esperaba, pues Madeline continúa igual de inflexible que antes.

El sonido de un golpe seco llama mi atención, así que me alejo un poco de la puerta y me quedo mirando hacia arriba, al segundo nivel. Gran sorpresa me llevo al ver la sombra de Madi en la ventana, mirando toda la escena sin siquiera intervenir. Sé que es ella, porque desde aquí, puedo ver su cabello —que no se parece tanto al de la señora Mónica—, sin contar que lleva una blusa de cuadros azules y blancos, algo que Made no se pondría jamás. Parece que, todo éste tiempo, estuvo atenta a la conversación, sólo que prefirió quedarse ahí y no salir.

—¡¡En serio lo siento, Madi!! ¡¡No debí tratarte así!! —le grito, tan fuerte como mi garganta me lo permite, de modo que el sonido de la lluvia, no opaque por completo mi voz— ¡Dame un minuto! ¡Sólo necesito hablar contigo un minuto! ¡¿Quieres?!

Mis esperanzas se desvanecen cuando sus ojos se encuentran con los míos. La mirada que me dedica, basta para helarme la sangre en apenas un segundo; es tan seria y fría que incluso, llego a dudar de que sea Madi, hasta que la veo cerrar las cortinas de un solo golpe, desapareciendo detrás de ellas al instante. 

La luz de la habitación se apaga y ahí, entiendo que es inútil seguir intentándolo. Ella tiene razón en estar tan molesta conmigo. Yo me comporté como un completo imbécil. Jamás debí hablarle tan mal y menos, decirle las cosas que le dije. Esto es sólo el castigo que merezco por mi mal comportamiento y la verdad, entiendo que ahora, no quiera verme ni en pintura.

—Verás, Eithan, aún no conozco todos los detalles de lo que pasó entre tú y mi hermana, pero Madi está muy dolida por lo que le dijiste. Ella no suele comportarse así, pero si no quiere verte, seguro tiene sus razones —sentencia Madeline, en tono pacífico, pero con la rabia y el enojo destilando de sus ojos. No es para menos, después de todo, estamos hablando de su hermana y no creo que le guste que alguien la trate mal, peor aún, si ese “alguien”, le dijo las cosas horribles que le dije yo—. Y tendrás que disculparme, pero ya es algo tarde. Creo que será mejor que regreses a tu casa. No sirve de nada que vengas aquí.

¿Otra Vez Tú? © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora