26. Las confesiones amorosas, no son lo mío

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Maratón 2/6

Inhalo tanto aire como mis pulmones me lo permiten, mientras sigo buscando una manera de confesarle a Madi lo que siento por ella

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Inhalo tanto aire como mis pulmones me lo permiten, mientras sigo buscando una manera de confesarle a Madi lo que siento por ella. Admito que, al principio, mi plan era quedarme callado y no decir nada, pero nunca he sido bueno guardando secretos y lo más probable es que, tarde o temprano, ella se dé cuenta y eso sólo volverá incómoda nuestra relación. Por lo tanto, lo mejor que puedo hacer, es decírselo, después de todo, no espero que me corresponda o algo, sólo quiero dejar de sentirme tan atormentado por tener que “ocultarlo”.

Aquí el verdadero problema es: ¿cómo rayos se lo digo?

Nunca antes tuve que pasar por esto, ya que cada vez que alguna chica de mi antigua escuela me atraía, sólo “lo dejaba pasar”. Después de todo, mi relación con ellas nunca fue cercana y como apenas hablábamos, no tuve ningún inconveniente con ocultar que me atraían. El problema es que, con Madi, es diferente, no sólo porque me agrada tenerla como amiga, sino porque además, somos vecinos y será imposible ignorarnos por siempre, pero al llevar una amistad más “cercana”, también hay posibilidades de que se entere.

¿En qué líos me meto?

«¿Ya dije que das pena? Porque en serio, la das»

«Ahora no, conciencia, ¿no ves que intento encontrar una forma de no hacer el ridículo?»

«Imposible, es lo que mejor se te da»

«Sí, lo sé, pero… ¡Oye!»

De verdad, me urge encontrar a alguien que se ponga de mi lado aunque sea una vez en la vida, sobre todo porque ya ni mi conciencia lo hace.

El sonido de mi celular, logra traerme de nuevo a éste mundo y la sorpresa me invade al ver que es la segunda vez que llaman. En serio, ¿tan concentrado estaba que no escuché mi propio teléfono?

Cuando éste suena, por tercera vez, decido contestar, encontrándome con la ya conocida voz de Jeff, a quién saludo con cierto entusiasmo, sin embargo, la pregunta que me hace, sumada al tono de su voz, logran dejarme algo inquieto.

—De casualidad, ¿has visto a Madi?

Lo medito por unos segundos, antes de responder.

—No, Jeff, no la he visto. ¿Por qué? ¿Necesitabas algo?

—No es eso. Es que no la he visto desde antier y hoy, ni siquiera vino al albergue —informa—. Se me hizo un poco raro, es todo.

No puedo evitar preocuparme al oírlo, ya que las otras dos veces que esto sucedió, fue porque Madi decidió seguir a esos matones y quedó atrapada en ambos robos. ¿Y si todo volvió a suceder? ¿Y si desapareció porque encontró alguna pista que no vimos antes? ¿Y si la pesadilla ha vuelto a empezar?

En verdad, espero que no sea por eso.

—¿Has visto algo raro en ella estos últimos días?

—Bueno… nada que recuerde por ahora, a excepción de que ha estado un poco más callada que de costumbre, pero sólo eso, no es como las otras veces.

¿Otra Vez Tú? © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora