Eithan es reservado y distante.
«Madi» es simpática y alegre.
Eithan es nuevo en el pueblo.
«Madi» ha vivido toda su vida ahí.
Eithan carga con el peso de una pérdida que aún le causa mucho dolor.
Y quizás, «Madi» sea la única capaz de entender...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Siento que todo el aire ha abandonado mis pulmones de repente. Es como si me estuviera asfixiando, sólo que de forma lenta y tortuosa. Apenas puedo respirar y ni hablar de los nervios que invaden mi cuerpo, porque podría jurar que hasta estoy temblando del miedo. Suena exagerado, lo sé, pero así me pone la idea de que quizás, a Madi no le guste el regalo. ¿Por qué no pensé en un plan B?
Antes de que pueda arrebatarle la caja y buscar otra solución, ella empieza a abrirlo con una lentitud agonizante, tomándose el tiempo necesario para examinar cada detalle y eso sólo hace que mi intranquilidad aumente. Si eso sintió ella cuando yo no me apresuraba a sacarlo de la mochila, entiendo por qué quiere vengarse. Yo también lo haría.
El tiempo incluso se detiene cuando, al fin, le quita todo el papel que lo envolvía y se queda observándolo durante algunos segundos. Su boca no se abre de la impresión —como ocurrió con Jeff—, sin embargo, algo en sus ojos me dice que su emoción es igual de potente que cuando descubrió que era el último álbum de su banda favorita, lo cual ya dice bastante. Algo en sus ojos me dice que no me equivoqué al escoger ese regalo. Algo me dice...
Que tal vez sí hice bien...
Sin previo aviso, Madi salta sobre mí, aferrándose a mi cuello como si su vida entera dependiera de ello. Por inercia, la sujeto de la cintura y al ser más alto que ella, no puedo evitar levantarla un poco del piso, dejando sus pies en el aire, pero eso no parece molestarla, ya que ella continúa abrazándome y si a ella no le molesta, ¿por qué debería importarme a mí?
—Gracias, Eithan... gracias, gracias, gracias. Fue un gesto muy lindo de tu parte —chilla, aunque sin gritar, ya que eso sí me dejaría sordo—. Creo que éste es el mejor cumpleaños que he tenido.
No me da tiempo ni siquiera a procesar sus palabras, pues casi al instante, me suelta y vuelve a marcar distancia, aunque sin borrar la sonrisa de su rostro. Quiero creer muchas cosas, pero verla actuar así, me hace pensar que quizás, sólo pensó en voz alta y que en realidad, no quería decir eso, pero no me importa. Ya sea que lo piense o no, me alegra saber que, al menos, mi obsequio sí le gustó.
—Me alegra que te haya gustado —le digo, en tono bajo.
Por alguna razón, mis palabras logran que su sonrisa se ensanche aún más —si es que eso es posible—. De hecho, podría jurar que nunca antes la vi sonreír así, de forma tan intensa, con la emoción y la alegría desbordándose de sus ojos, más que en ocasiones anteriores. ¿Y para qué lo voy a negar? Se siente bien saber que fui yo quién la hizo sonreír así.
—Te ves bonita cuando sonríes.
Las palabras se me escapan por accidente. Y cuando me doy cuenta, sólo atino a desviar la vista hacia otro lado, intentando no mirar demasiado el color rojizo que ha adquirido su rostro ante mi comentario. Estábamos tan bien... y tenía que llegar yo y volver incómoda la situación. Qué estupendo.