Eithan es reservado y distante.
«Madi» es simpática y alegre.
Eithan es nuevo en el pueblo.
«Madi» ha vivido toda su vida ahí.
Eithan carga con el peso de una pérdida que aún le causa mucho dolor.
Y quizás, «Madi» sea la única capaz de entender...
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Con algo de dificultad, logro cerrar la última de mis maletas, dejando el cuarto con más espacio del que tuvo alguna vez. Ahora que lo pienso, no lo veía así de… vacío, desde el día en que nos mudamos. Esta sensación es extraña, sobre todo por saber que, esta vez, yo soy el único que parte, hacia un futuro desconocido. Hoy no hay nada, no hay palabras de aliento, no hay un “todo saldrá bien”; ni siquiera puedo contar con la compañía del único ser que siempre estuvo a mi lado. Hoy, tan solo soy yo, contra un nuevo mundo al que no conozco.
Sacudo un poco la cabeza y coloco mi maleta junto a la otra, a un lado de la mesa de noche. Listo, creo que eso es todo. Es la ventaja de no tener demasiadas pertenencias; no tendré mucho equipaje que cargar. La maleta más grande, apenas lleva algo de mi ropa —que no es mucha— y la otra, es casi tan pequeña como una mochila. De hecho, podría confundirse con un bolso de viaje y en ella, tan solo llevo algunos artículos que me servirán cuando me instale en la que será mi nueva casa.
Aún no sé si podré llamarla “hogar”. Eso lo sabré cuando llegue allá.
La sombra que aparece de repente en la entrada, me obliga a girar el rostro con rapidez, sólo para encontrarme con la figura de mi mamá, viendo el lugar con cierta… ¿Melancolía?
Sí, quizás puede ser eso.
—¿Ya está todo? —pregunta, algo cortante, aunque yo sé bien que lo hace para fingir que está tranquila.
Asiento en silencio, sin dejar de verla.
—Bien. Tu tía vendrá temprano en la mañana —anuncia, con gran seguridad, no obstante, puedo notar que hay algo más que me quiere decir. Y lo confirmo un segundo después— Sabes que, si no estás del todo seguro, aún estás a tiempo de arrepentirte, Eithan. Todavía tienes tiempo para pensar.
—No hace falta, mamá; estoy muy seguro de lo que estoy haciendo. Lo único que lamento, es tener que dejarte aquí. —Sin previo aviso, me levanto de la cama y camino hacia ella, antes de darle un fuerte abrazo que le brinde la calma que, en estos momentos, necesita; calma que, por cierto, a mí me falta, pero no se lo puedo demostrar— No te preocupes, sé que todo estará bien.
—Eso espero, Eithan… eso espero… —comenta, acompañando sus palabras con un profundo suspiro— cambiando de tema, ¿por qué no sales a dar una vuelta? Te vas mañana, ¿no crees que extrañarás el lugar?
—Pues sí, pero…
—No se diga más. Ve y yo te ayudo a empacar lo que te falta.
—No me falta nada, pero…
—No acepto peros. Sólo ve y ya.
Tras debatir con ella por unos segundos más, me doy por vencido. Siempre diré que es inútil discutir con mi mamá. Cuando una idea se le mete en la cabeza, no hay poder sobre la tierra que la haga retroceder. Aún así, ¿por qué no me dejó hablar? Sólo quería preguntar dónde diablos dejó el paraguas.