Entre Mentiras y Secretos

~° Capitulo 15 °~

La carne especial es famosa por su singular preparación, pero su verdadero nombre oculta un secreto aún más oscuro: no proviene de ningún animal.

Enigma.

Es tan fácil corromper el alma de alguien herido. Solo necesitas su dolor y lo conviertes en tu arma. Le ofreces el amor y la comprensión que nunca tuvo, lo haces sentir amado, especial. Y después, todo se vuelve sencillo. Te da lo que quieres porque su miedo a quedarse solo supera cualquier noción de bien o mal. Así, lo transformas en un simple juguete, un títere que manipulas a tu antojo para hacer realidad tus planes más oscuros.

Muchos lo llamarían cómplice, pero yo no lo veo así.

Hoy, después de tanto esperar, él tomará el control de esta frustrante situación. Llevará a cabo el plan que tanto tiempo he diseñado. Porque para los juegos sucios siempre se necesita a alguien dispuesto a ensuciarse por ti, ¿no es así?

La expectativa me consume mientras veo cómo la última pieza de mi retorcido rompecabezas encaja en su lugar. Su mirada, una mezcla de desesperación y devoción, me confirma que está listo. En su dolor, he encontrado mi herramienta perfecta. Y en su amor, mi mayor control.

El miedo lo ha convertido en mi marioneta, y esta noche, mi oscuro deseo finalmente se hará realidad.

—¿Nervioso? —pregunté con una sonrisa obvia en mi rostro.

—No... es solo que el plan me parece muy peligroso si no sale como lo planeado, señor.

—¿Y por qué no saldría bien? —me senté en el sofá con las piernas levemente separadas, mi mirada fija en él.

—Pueden haber fallas, él no es tan fácil de engañar, usted ya lo vio-

Lo interrumpí con un gesto de la mano, y con otro llamé a un mesero, quien inmediatamente me trajo una copa y vino. Destapó el vino y comenzó a servilo mientras nosotros seguíamos hablando.

—Todo saldrá perfecto.

—Eso espero, señor...

—¿Eso esperas? ¿Crees que si no tuviera fé en ti te dejaría actuar a ti solo?

—No, además no actuaré solo, señor. O ¿acaso ella ya no está en el plan, señor?

—La maté.

Él abrió los ojos de par en par, horrorizado por lo que acababa de escuchar.

—¿La... mató?

—Sí.

—¿Pero...? ¿Por qué, señor?

—Porque ya no la necesito.

Bajó la mirada, entre asustado y nervioso. Claro que por su mente pasaba la misma pregunta: ¿le haré lo mismo a él?

—No —tomé un trago del vino y añadí—; La respuesta a tu pregunta es no. No te mataré a ti. La diferencia entre ella y tú es que ella ya no era necesaria en este plan. Aquí solo te necesito a ti.

Observé cómo su miedo se transformaba en una mezcla de alivio y sumisión. Sabía que había ganado otra vez. La desesperación lo mantenían atrapado, incapaz de escapar de mi control. Tomé otro sorbo de vino, disfrutando del sabor y del poder absoluto que tenía sobre él.