~° Capitulo 18 °~

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Daniel y su plan para sacarle información a la gente, por qué nunca nadie le dice no.


D

ANIEL.

—Christopher, ¿sigues enojado con Isabela?

No respondió.

—¿Estás enojado conmigo?

No respondió.

—Christopher, ¿en serio me vas a ignorar?

Tampoco respondió.

—¡Maldita sea, Christopher, responde! ¡Deja de ignorarme!

—¿Qué quieres? —dijo de mala gana—. ¿No ves que estoy ocupado?

—¿Está mal que solo quiera hablar con mi hermano que acaba de regresar de un viaje muy largo?

No respondió.

—Está bien, ignórame. Pero se te va a ofrecer algo algún día, y entonces te haré lo mismo —dije, dándome la vuelta y tomando la manija de la puerta. Pero Christopher habló:

—Ya, Daniel, deja tus berrinches de niño chiquito.

Giré la manija y abrí un poco la puerta, decidido a irme.

—Daniel, ya ven. Perdón, ¿está bien? No es que quiera ignorarte, pero sabes que nuestro padre me está dejando lo más importante de la Gran Cena y yo solo no puedo. En vez de ayudarme, me estorbas.

—¿Te estorbo? Okey, entonces me voy para ya no ser un estorbo para ti.

—¡Ya, Daniel! Ven, te traje algo.

Sonreí, cerré la puerta y me giré para caminar hacia él. Estaba sentado en un gran sofá. Enfrente de él había una cajita envuelta. Lo miré y me señaló la caja.

—Ábrela.

Tomé la caja y quité el lazo. Empecé a abrirla rápido, sintiendo una mezcla de curiosidad y emoción. A pesar de sus palabras duras, sabía que Christopher siempre había tenido una forma complicada de mostrar sus sentimientos.

—Espero que te guste —murmuró, con un tono más suave.

Abrí la caja y me quedé sin aliento. Dentro había una plumilla para tocar guitarra. Mi felicidad fue evidente en mi rostro. La tomé con cuidado, en el frente tenía grabado una luciérnaga, detrás tenía grabado una letra C y una letra I, supe de inmediato que eran las iniciales de su nombre y el de isabela. Levanté la vista para encontrarme con la mirada de Christopher. Sus ojos reflejaban una mezcla de cansancio y afecto.

—Gracias, Christopher. Es increíble —dije, con una sonrisa sincera.

—Lo sé. Te la traje de mi viaje. Pensé que te gustaría.

—Me encanta. De verdad, gracias.

Se hizo un silencio cómodo entre nosotros, un momento de paz después de la tensión.

—No estoy enojado con Isabela, bueno, al menos ya no. Ella siempre ha sido muy juguetona y divertida. De los tres, ella es la que vive su vida más a la ligera, y eso es lo que me gusta de ella. No se deja apagar por nadie, ni siquiera por nuestro padre. No permitió que él interfiriera en sus sueños, como lo hizo en los nuestros.

—Lo sé. Desde que nuestra madre... murió —dije, tratando de conservar la compostura ante la mención de mi madre—, ella siempre ha tratado de que nosotros estemos felices, de que hagamos lo que queramos con nuestras vidas y sigamos nuestros sueños, como mamá quería. Ha tomado el papel de madre.

Entre Mentiras y SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora