~° Capitulo 26 °~

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Las apariencias engañan...hasta el rostro más inocente termina siendo el más despiadado de todos.

Llegué al punto de encuentro que Aster me había indicado, la salida del pueblo. Pedí un taxi, ya que mi auto estaba escondido para el día de la Gran Cena. Me recosté contra un árbol, esperando la llegada del chófer de Aster. El claxon de un auto me hizo saltar del susto. Un hombre alto y elegante, vestido con un traje impecable, se bajó del vehículo. Se acercó a mí con una sonrisa cortés y se inclinó en una reverencia. Me miré confundido por el respeto que me mostraba.

—Buenos días, señor Víctor. Soy el chófer personal del señor Aster. Subamos al auto antes de que se haga más tarde —dijo con voz suave y respetuosa.

Caminó hacia el auto y abrió la puerta trasera para que subiera. Me subí, algo incómodo por el trato deferente, no era común recibir tanto respeto, especialmente viniendo de alguien que trabajaba para Aster.

El viaje transcurrió en un silencio incómodo, no sabía si era por mí o por el chófer. No sé cuánto dormí, pero cuando desperté, ya habíamos llegado a la casa de Aster.

La casa Roja.

Cómo muchos la conocían.

La mansión seguía igual, tal como la recordaba. Aster me había traído aquí de pequeño, donde me enseñó mi naturaleza oscura, me mostró cómo matar y cómo manipular las mentes de los demás. Aquí también conocí a Daniel, aunque no lo recuerdo bien, tengo la sensación de que los recuerdos de Daniel están grabados en mi mente.

Bajé del auto y subí las enormes escaleras que llevaban a la puerta principal. La puerta se abrió y dos empleadas me recibieron. Una de ellas tomó mi sudadera y la otra me indicó el camino hacia donde Aster me esperaba. Caminé por el largo pasillo que había recorrido muchas veces de pequeño, jugando con las manos ensangrentadas. La puerta de una enorme habitación se abrió y entré. Dentro, me encontré con Aster de espaldas, mirando a través de su gran ventanal. Tenía un cigarro en la mano, lo supe por el olor a tabaco. La atmósfera era oscura y turbia, como si la misma casa tuviera un alma sombría.


—Llegaste —dijo Aster sin mirarme, su voz baja y pausada—. Todos te tratan con mucho respeto. ¿Sabes por qué?

—No —respondí, incómodo—. Y no es necesario que me traten así. Diles que paren.

—Te tratan con respeto porque saben que eres mi hijo, mi sucesor —Aster se volvió hacia mí, su mirada intensa—. El próximo en reinar sobre esta gran casa y todo lo que he construido. Les pedí que te trataran como lo más preciado, con respeto.

—¿Por qué estás tan seguro de que seré tu sucesor? —pregunté, comenzando a molestarme.

—¿Por qué no lo estaría? —Aster me miró por encima del hombro, su sonrisa burlona—. El día de la Gran Cena se acerca y con él, tu aceptación a mi mundo.

—Ya dije que no volveré a ser como tú —mi voz se elevó—. No pienso volver a asesinar a nadie. No estés tan confiado.

—Hay, Víctor —Aster se volvió hacia mí, su mirada brillando con burla—. Si no planeas asesinar a nadie, entonces dime, ¿por qué estás aquí?

—Dijiste que querías ayuda para escoger la carne en mejor estado para la Gran Cena —respondí, intentando mantener la calma—. Eso haré. No es necesario que yo mate a alguien, solo con ver su estado sabré si están bien o no.

Entre Mentiras y SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora