~° Capitulo 2 °~

0 0 0
                                    


Miercoles

Llegué a clase y noté que Edwin aún no había llegado. No le di mucha importancia y me senté. Al dejar mis cosas a un lado, vi a Daniel en su lugar, con los brazos cruzados sobre la mesa y la cabeza apoyada en ellos, como si intentara usarlos de almohada. Lo observé por unos segundos.

La presencia de Daniel me daba una mala vibra indescriptible. ¿No les ha pasado alguna vez que, con solo ver a alguien, sienten que algo anda mal? A mí siempre me ocurre y nunca me equivoco.

—¿Qué tanto me ves? —dijo, sin levantar la cabeza.

—No te estaba viendo —respondí, desviando rápidamente la mirada. Saqué un libro, uno de los que Alexander me había recomendado.

—¡Ajá! —bufó Daniel, finalmente abriendo los ojos y mirándome aún recostado sobre sus brazos— . Sé que soy guapo, pero no tienes que observarme como un acosador.

Rodé los ojos y me concentré en la lectura. Saqué mis audífonos y me los coloqué, uno en cada oído. No me gusta leer con música, pero si quería evitar escuchar a Daniel, tendría que hacerlo.

—¿Te gusta leer? —preguntó, sin recibir respuesta de mi parte.

Lo ignoré deliberadamente. Sin embargo, tratándose de Daniel, ignorarlo solo lo alentaba a seguir molestando.

—¿Qué estás leyendo? —se inclinó hacia adelante para intentar ver el título del libro.

Continué ignorándolo. De repente, me arrebató el libro de las manos, sacándome de mis pensamientos.

— "Besos en primavera" —leyó en voz alta, examinando la portada.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué me quitas el libro así? ¿Sabes que se puede romper? —protesté, con un tono claramente hostil.

—Solo quería saber el título y ahora que lo sé, te lo devuelvo —respondió con desdén, cerrando el libro y dejándolo nuevamente sobre la mesa.

—Así no se piden las cosas.

—Te lo pedí, pero no me respondiste.

—¿No es obvio? No te lo quiero prestar y punto.

—Por eso lo tomé.

—Si no te quieren prestar o dar algo, no tienes por qué tomarlo así, ¿lo sabes?

—Nunca me dicen que no y, las pocas veces que lo han hecho, siempre termino consiguiendo lo que quiero —dijo, con una sonrisa que curvaba la comisura de sus labios.

Todavía no eran ni las nueve de la mañana. No había desayunado y con todos los pensamientos que me rondaban la cabeza, sumados a Daniel molestándome como si no tuviera nada mejor que hacer, sentía que mi paciencia estaba a punto de estallar.

—Víctor, tenemos que llevarnos bien porque de ahora en adelante nos veremos más; tendremos que convivir más —dijo de repente.

¿Convivir más? ¿Llevarnos bien? ¿De qué demonios habla? Estar en el mismo salón no significaba que tengamos que ser amigos.

Si creía que iba a ser su amigo, esta loco.

—¿De qué hablas? —fruncí el ceño, desconcertado.

Entre Mentiras y SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora