Un nuevo amanecer

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La rutina en la academia seguía su curso habitual; los estudiantes estaban enfrascados en sus estudios, preparándose para los exámenes que se avecinaban. La atmósfera era de concentración y un poco de estrés, hasta que el inconfundible sonido de una limosina llegó desde la entrada principal.

Los estudiantes levantaron la vista de sus libros y cuadernos, intrigados por la interrupción inusual. La limosina negra, reluciente y elegante, pertenecía a los Kim-Jeon, una visión que por sí sola ya imponía respeto. De ella bajaron Seokjin y Jungkook, ambos irradiando una presencia que parecía diferente de la que todos recordaban. Había una determinación en sus ojos, una firmeza en sus pasos.

Jungkook, con su habitual porte, se dirigió a Seokjin con un aire de autoridad.

-Ve a la escuela y yo iré a la empresa -dijo, ajustándose los anteojos antes de volver a la limosina.

Seokjin asintió, sin necesidad de palabras. Los estudiantes observaban la escena con una mezcla de curiosidad y asombro. Jungkook entró en la limosina, cerrando la puerta con un movimiento decidido, y el vehículo se alejó suavemente.

Seokjin se quedó un momento en la entrada, mirando a todos los que lo observaban. Su mirada era intensa, llena de propósito. Sabía que tenía que demostrar por qué era el mejor, y la convicción en sus ojos lo decía todo. Sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos pero que bastaba para intimidar a cualquiera que lo mirara.

Con un paso firme y seguro, Seokjin entró a la academia. Su sola presencia parecía cambiar el ambiente. Los pasillos, antes bulliciosos y llenos de estudiantes preocupados, se quedaron en silencio a su paso. Cada mirada se dirigía a él, cada susurro parecía estar dedicado a su regreso.

Había una nueva energía en Seokjin, una fuerza silenciosa pero inquebrantable. Los estudiantes no podían evitar sentir una mezcla de respeto y temor. Él caminaba con la confianza de alguien que sabía su lugar en el mundo, alguien que no necesitaba demostrar nada a nadie porque su mera existencia ya era suficiente.

Seokjin llegó a su aula, abriendo la puerta con calma. Todos los presentes levantaron la vista, y el murmullo en la sala se detuvo de inmediato. Sin decir una palabra, Seokjin se dirigió a su asiento habitual. Su aura era imponente, y aunque no lo mostraba abiertamente, podía sentir las miradas de todos sobre él, llenas de preguntas y una admiración contenida.

Sentado en su pupitre, Seokjin abrió su libro y comenzó a estudiar, como si nada fuera diferente. Pero algo en el aire había cambiado. Había una nueva dinámica en la academia, una que giraba alrededor de él. Y todos, sin excepción, podían sentirlo.

Con cada página que pasaba, con cada mirada que devolvía a quienes osaban cruzar su camino, Seokjin demostraba silenciosamente por qué él era el mejor. No necesitaba palabras ni gestos grandilocuentes; su simple presencia lo decía todo. Y así, mientras el reloj seguía su curso y los estudiantes volvían poco a poco a sus estudios, el nombre de Seokjin Kim resonaba en cada rincón de la academia, una fuerza inquebrantable que nadie podría ignorar.

[...]

A la hora del receso, Seokjin se dirigió con pasos decididos hacia la mesa donde Namjoon y Hoseok estaban sentados, conversando en voz baja. El bullicio del comedor escolar era constante, pero parecía menguar cuando Seokjin se acercaba, como si su presencia tuviera el poder de calmar las olas de un mar agitado.

Dejó su bandeja con un movimiento suave pero firme sobre la mesa y se sentó, mirando a Hoseok con una mezcla de compasión y determinación.

-¿Sigues triste? -preguntó Seokjin, tomando un palillo y comenzando a comer su ensalada.

Hoseok, con los ojos ligeramente enrojecidos por el llanto reciente, asintió. Su mirada se dirigía involuntariamente hacia el otro extremo del comedor, donde Yoongi y Jimin se reían junto al grupo de Jennie y sus amigas. La imagen le resultaba dolorosa, una constante herida abierta.

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