Amor

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Al despertar en una habitación que no reconocía, SeokJin se alarmo. Al abrir los ojos, se encontró rodeado por una extraña y perturbadora colección de fotografías. Imágenes de él, desde su infancia hasta momentos recientes, adornaban las paredes enmarcadas con esmero. Algunas de las fotos estaban enmarcadas, otras en cuadros más grandes, y varias recortes de periódicos, donde aparecía él solo o con su familia, estaban pegados con precisión obsesiva.

—Hola —una voz desconocida lo hizo sobresaltarse. Un hombre había entrado en la habitación, observándolo con una expresión de satisfacción.

—No sé quién eres, pero te aseguro que si me haces algo, te arrepentirás —le amenazó SeokJin, su voz firme a pesar del miedo que empezaba a crecer en su interior.

—No esperaba menos de ti,—dijo el hombre, una sonrisa enigmática curvando sus labios mientras se acercaba más.

SeokJin lo miró con desconfianza, tratando de identificar algún rasgo familiar en su rostro. Había algo en su mirada que le resultaba extrañamente conocido.

—Dile a Kim Seol que yo no hice nada. No sé de qué video hablan, pero yo no empujé a Namjoon. Y si quiere matarme, que lo haga él mismo.

—Nadie te tocará —afirmó el hombre, su voz impregnada de una certeza absoluta—. Desde ahora, nadie lo hará.

SeokJin frunció el ceño, la confusión y el desconcierto reflejándose en sus ojos.

—¿Quién eres?

El hombre lo miró con una mezcla de tristeza y amor.

—¿No me reconoces? —preguntó con un tono suave—. No te culpo, hace años que no me ves, alpaquita.

De repente, un recuerdo enterrado en lo profundo de su memoria resurgió. Una voz lejana, un apodo cariñoso que no había escuchado en años.

—¿Papá? —murmuró, su voz temblando con una mezcla de incredulidad y esperanza.

—El único, —respondió su padre, sonriendo con una calidez que SeokJin había olvidado. Sin poder contenerse, SeokJin sonrió y lo abrazó, las lágrimas corriendo por su rostro al recordar los tiempos más felices de su infancia.

—¿Cómo estás aquí? Mamá dijo que habías muerto —preguntó, todavía incrédulo, mientras se aferraba a él.

—La verdad es muy larga, alpaquita —le acarició el pelo con ternura—. Pero ya volví.

La sensación de alivio y seguridad inundó a SeokJin. A pesar de todo lo que había pasado, su padre había regresado. A medida que las preguntas y preocupaciones se amontonaban en su mente, una cosa estaba clara: por primera vez en mucho tiempo, sentía que no estaba solo.

—Papá, pensé que nunca volvería a verte —dijo SeokJin, su voz quebrándose con la emoción—. ¿Qué pasó? ¿Por qué mamá dijo que moriste?

—Fue complicado, Jinnie. Hice cosas, y tuve que pagar por ellas. Pero ahora estoy aquí, y no permitiré que nadie te haga daño.

Mientras hablaban, su padre lo condujo a través de la habitación, explicándole la historia detrás de cada foto, cada recorte. SeokJin se dio cuenta de cuánto había significado para su padre, y aunque había un largo camino por delante, el hecho de que estuvieran juntos de nuevo era un primer paso hacia la sanación.

—Prométeme que no te irás otra vez —pidió SeokJin, con un nudo en la garganta.

—Te lo prometo, alpaquita. Te lo prometo —respondió su padre, abrazándolo con fuerza, decidido a protegerlo a toda costa.

[…]

El resto del día, SeokJin lo pasó junto a su padre en una mezcla de recuerdos y conversaciones llenas de nostalgia. La atmósfera de la habitación estaba cargada de emociones, pero también de una calidez que hacía mucho no sentía.

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