3.

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Capítulo 3.


Narra Remus:


- ¡Deja de reirte! - exclamé ya desesperado.

- Es que no entiendo cual es el problema de desear a la chica que literalmente en 32 minutos será tu esposa. - dice apoyado en la pared aburrido.

- El problema es que va a ser su primera vez y yo no puedo tener el deseo descontrolado por culpa de la luna llena. - Mascullé.

- Bueno, me parece que no es culpa de la luna esta vez. - se burló. Sentí el calor subir a mis mejillas, porque tiene razón. Solo empeora lo que ya siento en mi cuerpo, es mi deseo por ella hablando. - ¿Te crees que ella esperaba que no hicieran nada nunca? - Su tono cambió a uno más compañero. - Amigo, no eres el único que se encuentra así y no hay nada de malo con ello.

Suspiré y me calmé, él tiene razón.


ღ ღ ღ


La miro mientras el hombre enviado por el ministerio habla, luce preciosa en un vestido que no es ni extravagante ni simple, es perfecto para ella. Sus labios pintados de rojo me hacen tragar saliva varias veces, no veo la hora de que estemos juntos.

Paciencia, despacio, con cuidado. Me repito mentalmente que debo controlarme.

Cuando llega el momento, ella no duda ni un segundo en pronunciar <Acepto>, la imito en ese sentido, dando lugar al esperado beso como esposos. Ahueco su cara con mis manos y la acerco hasta tocar sus labios, intento contenerme, pero temblorosa comienza a devolverme el beso con la misma intensidad que poseo, lo que me hace perderme en su boca de nuevo.

Un carraspeo me hace soltarla. Está agitada y con sus ojos brillosos, sus labios perfectamente hinchados por el beso. Giro a ver al encargado del ministerio que nos mira con una ceja enarcada.

Nos explican nuevamente sobre el hechizo para saber que hemos mantenido relaciones y nos desea, con toda la falsedad del mundo, suerte en el matrimonio.

La miro después de ello, está nerviosa y yo me encuentro peor que ella.

- ¿Vamos? - le pregunto. A lo que asiente y me dedica una sonrisa.


ღ ღ ღ


La observo mientras duerme y no puedo creer todavía que sea mi esposa, aunque todo sea por un plan de la orden.

Intenté controlarme lo más que pude, pero me perdí cuando me pidió más. Su cuerpo es una adicción que no sé si estoy dispuesto a soltar cuando todo esto termine.

Vuelvo a ver la hora, es momento de irme a una zona donde no lastime a nadie con la transformación. Dudo entre besarla o no, sigue durmiendo y tampoco quiero abusar de lo que pasó, me decido por escribirle una nota que explique a donde estoy y la dejo al lado de su almohada, tomándome unos minutos observando su hermoso rostro, pero me voy antes de caer en la tentación de besarla de nuevo.

Sempiterno. - Remus Lupin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora