6 ; un ojo

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124 d.C.


En Marcaderiva, Aemma estaba obligada a compartir aposentos de nuevo. 

Como de costumbre, Lucerys se había recostado con ella, empujando su cabeza contra sus costillas. Un pequeño pinchazo de dolor amenazaba la zona, pero es que su hermano se veía tan cómodo que no podía alejarlo. 

Un sonido fuera de sus aposentos la hizo fruncir el ceño, alzando apenas la cabeza. La habitación estaba iluminada por la luz de la luna, las velas apagadas hace tiempo.

Aemma tendría que haberse dormido hace tiempo pero simplemente había algo que no se lo permitía. Quizá era la poca costumbre de estar en Marcaderiva, cuyo aroma salado se extendía por cada rincón; o sufrir tantas muertes de un momento para otro, o incluso no poder darle luto como se debía. 

Ante un nuevo sonido, Aemma alzó la cabeza correctamente. Su movimiento causó que Lucerys soltará un balbuceo inentendible, producto de su sueño. 

—¿Qué? —murmuró, babeando un poco.

—Duerme —susurró rápidamente, acariciando su cabello con cariño. Lucerys no tardó en caer en los brazos de Morfeo. 

Con cuidado, apoyó su cabeza en el colchón, enderezándose con delicadeza. El suelo rocoso le trajo un escalofrío. Estaba tan frío que sus dedos temblaron como consecuencia. 

Casi a ciegas, Aemma fue apoyando su mano lenta y cuidadosamente contra muebles y paredes; terminó, gracias a la poca luz, apretando los dientes con fuerza contra su boca al darse un golpe en el pie contra la pata de un gabinete. 

Su mano apretó el mueble, encontrándose con la sorpresa de la daga de Jacaerys estaba sobre él. Subió sus ojos, achinándolos un poco para observar mejor. Giró los ojos hacia la puerta, temerosa del peligro detrás, y la tomó sin dudarlo. 

Algo rabiosa ante su incidente, abrió la puerta, soltando un pequeño chillido al hacerlo y notar dos sombras. Al dejar de hacérselo, jadeó, apretando su corazón con fuerza. 

Por alguna razón, Rhaena estaba parada frente a ella con una vela, Baela al lado de su hermana gemela, ambas con los ojos muy abiertos. 

Aemma soltó un suspiro que tranquilizó su corazón asustadizo. Con disimulo, escondió la daga en su palma. 

—¿Qué hacen aquí? —susurró. 

Giró la cabeza momentáneamente hacia atrás, abriendo la puerta. Les permitió ingresar.

—¿Aemma? —balbuceó Jacaerys—. ¿Qué pasa? ¿Tuviste una pesadilla? 

—No —contestó con rapidez, cerrando los aposentos—. ¿Qué les ocurre? 

𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐚𝐝𝐲 𝐨𝐟 𝐰𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐟𝐞𝐥𝐥, cregan starkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora