126 d.C.
Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, los meses en un año y antes de pensarlo, ya habían pasado dos.
Su madre estaba embarazada, y Aemma rezaba día y noche de que se tratara de una niña sana para que Rhaena y ella pudiesen jugar con. Ya podía imaginarse con la bebé en brazos; de aspecto tan pálido como el suyo, con los ojos lilas y una mata de cabello blanco, canturreando su nombre como un mantra: Visenya.
Un escalofrío le recorría el cuerpo cada vez que pensaba en el bebé deforme.
Una sonrisa esperanzada se dibujaba en su rostro cada que pensaba en su futura hermanita. Podría, si su mamá la dejaba, llevarla a volar con Lyrax; le prometería comportarse y andar con cuidado si se lo permitían.
Sabía que su kepus la dejaría, muy confiado en ella, muy orgulloso de sus avances. Daemon había ido formándose en su vida, y Aemma tampoco había tardado mucho en dejarlo entrada, aferrándose a esa imagen paternal que él portaba con ella y sus hermanos, sin importarle el no compartir sangre como padre.
La había convertido en una gran arquera, y para su onomástico número doce le había regalado un arco mandado a hacer; eso sí, le forzaba a hacer sus propias flechas. Su kepus era un buen hombre pero un maestro estricto también; varias veces se había ido con lágrimas de los ojos del entrenamiento y había vuelto a la mañana siguiente con el ceño fruncido, preparada para otra clase más.
Su muña, en cambio, se preocupaba mucho por ella. Mientras más crecía, más insistente en cuidarla se volvía. A Aemma no le importaba; era el amor de su madre, después de todo. ¿Cómo iba a negarse a aquello que tanto atesoraba?
Sí, en dos años su posición como una completa niña de mamá no había cambiado.
—Pase la aguja por detrás nuevamente —indicó Gerardys—. Con precisión y cuidado, princesa.
Aemma asintió, sus delicadas manos moviéndose con destreza mientras cosía el pequeño corte en el oso. No era un oso común, sino uno que estaba "herido" para su práctica.
En realidad, era un oso de peluche que Joffrey había roto sin querer en uno de sus feroces juegos. Había llorado tanto que Aemma prometió que iba a "curarlo".
—Sí, maestre Gerardys. Estoy tratando de mantener las puntadas uniformes y no demasiado apretadas.
—Excelente —respondió él, repasando sus propios escritos—. Ahora, dime, ¿qué harías para tratar una herida profunda en una persona?
—Primero, debemos lavar la herida con agua limpia para prevenir infecciones —dijo Aemma, recordando las lecciones— y así también asegurar que no haya cuerpos extraños en la herida.
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𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐚𝐝𝐲 𝐨𝐟 𝐰𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐟𝐞𝐥𝐥, cregan stark
Fanfiction𝐀𝐄𝐌𝐌𝐀 𝐕𝐄𝐋𝐀𝐑𝐘𝐎𝐍 era la princesa consentida de Desembarco del Rey, única hija de la princesa heredera Rhaenyra Targaryen, y su consorte real, Laenor Velaryon. La única de todos los vástagos de Rhaenyra que tenía sus facciones, comúnmente...