5 ; encuentros

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129 d.C.


La noche en Invernalia era tranquila y silenciosa, pero en la mente de Aemma, el caos reinaba. 

Durante su estadía en Invernalia, recordaba haber tenido sueños cortos y de poca violencia. La mayoría de ellos ya no los recordaba al amanecer. Sin embargo, este fue diferente. 

Todos morían.

Cregan, con una herida profunda en el pecho, caía al suelo sin vida. Rickon, su pequeño cuerpo destrozado e inerte, le arrancaba gritos de angustia. Su madre, Rhaenyra, y uno a uno, veía caer a todos los miembros de su familia, cada imagen más brutal que la anterior. Y al final, cuando creía que no podía soportar más, Lyrax, su amada dragona, se volvía contra ella, abriendo sus fauces y devorándola.

Aemma despertó de golpe, el corazón latiendo frenéticamente en su pecho, el sudor frío recorriendo su espalda. Su respiración era errática, sus manos temblaban. Sintió que el mundo se cerraba a su alrededor, una sensación abrumadora de pánico la invadía.

Su mente estaba en una sola cosa: encontrar a su madre. Necesitaba el consuelo de sus brazos, la seguridad de su voz.

Desesperada por encontrar consuelo, se levantó de su cama sin siquiera ponerse la bata ni las pantuflas. Solo llevaba su vestido de dormir, delgado y ligero, que no la protegía del frío (¿qué frío? En Rocadragón no hacía frío, se recordó). Salió de su habitación sin pensar, guiada únicamente por su deseo de encontrar a su madre.

Las trenzas le causaban una firme incomodidad, presente en las raíces de las que su cabello nacía. Entre jadeos e inhalaciones, logró deshacerse de todas ellas, dejando que su larga melena fluyera tras ella como un velo. 

Los pasillos oscuros y fríos se extendían frente a ella, pero Aemma apenas los notaba. Sus pensamientos eran un torbellino de miedo y confusión. ¿Dónde estaba su madre? ¿Por qué no podía encontrarla? 

¿Desde cuándo sus aposentos estaban tan lejos? ¿Desde cuándo su madre ya no estaba al alcance de su mano? ¿Por qué su kepus no corría hacia ella, notando sus pesadillas antes que ella? 

Finalmente, llegó a la biblioteca. Se detuvo en seco, dándose cuenta de dónde estaba. La enorme sala de libros y pergaminos estaba en silencio, solo interrumpida por el crujido ocasional de la madera vieja. 

Aemma se sintió repentinamente perdida, su desesperación aumentando al no ver a su madre en ninguna parte. Por supuesto que su madre no estaría en ninguna parte; Aemma ya no se encontraba en Rocadragón. Ahora estaba en Invernalia. Ahora Invernalia era la Fortaleza que la retenía. 

Afligida y sin fuerzas, se dejó caer en un sillón en la esquina de la biblioteca. Se acurrucó en la esquina, temblando y asustada, sus sollozos llenando el aire. Las imágenes de su pesadilla seguían acosándola, cada una más horrenda que la anterior.

𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐚𝐝𝐲 𝐨𝐟 𝐰𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐟𝐞𝐥𝐥, cregan starkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora