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124 d.C. 


Breve era su tiempo restante en el trono. Nadie lo diría, aunque no pocos lo pensaban. 

Viserys llevaba veintiún años sentado en el Trono de Hierro, oyendo peticiones, exiliando a su hermano, castigando a caballeros de votos rotos, presenciando banquetes y bodas. Veintiún años siendo rey era algo grande, poco a poco asemejándose a los años de reinado de Aegon el conquistador, estando mucho más lejos del tiempo de Jaehaerys.

Aegon había pasado 36 años en el trono. Aenys cinco luego. Maegor solo seis, luego de masacrar a Aenys. Jaehaerys cincuenta y cinco. 

Viserys se veía diez años más en el trono, incluso menos o poco más. 

Estaba envejeciendo, enfermándose y empeorando sin parar. Ya había sufrido varios cortes en el trono, y el maestre Orwyle le había recomendado no subirse sin cubrirse todo por si acaso. ¡Incluso había perdido un dedo en ese trono!

Sin contar lo que entristecía su alma no poder ser solamente uno. En muchos momentos, tanto importantes como simples. Viserys había tenido que elegir si ser un hombre u otro; el rey, o un padre. 

Lastimosamente, el rey siempre ganaba. 

Por supuesto, como uno u otro tenía privilegios.

Como el rey, todos lo respetaban, veneraban y aclamaban. Daba los banquetes más lujosos, las ceremonias más pomposas, los discursos más importantes. 

Como padre, tenía a su hija mayor, la princesa Rhaenyra, que lo admiraba y respetaba (como adulta; pues como toda adolescente desafiaba su orden, amándolo aún así), que le había brindado cuatro niños a la dinastía Targaryen. Estaba su segunda esposa, la reina consorte Alicent, que le había brindado a él cuatro hijos también. 

De su familia con Alicent, todo el mundo esperaba que Aegon fuera su favorito, su heredero, pues era el varón que tanto había buscado con Aemma, pero Viserys tenía que admitir que su favorita era la princesa Helaena; callada y educada, con un interés particular y sueños proféticos raros de descifrar. 

De Rhaenyra, su hija mayor, tenía que admitir que a pesar de ser Jacaerys el heredero, su favorita coronaba como Aemma. Una pequeña princesa sin igual a la que Viserys atesoraba como si su propia hija fuera. Lamentaba en el alma el acuerdo con Corlys, acuerdo por el que por el mismo Aemma no terminaría heredando nada.

Los gemelos eran muy buen augurio, al menos para un reino. Pero Viserys, que bien conocía la historia, sabía que para una dinastía como los Targaryen era simplemente una maldición.

Los únicos gemelos antes de Jacaerys y Aemma, habían sido las gemelas Rhaella y Aerea; una de ellas de fin trágico. Aerea había volado, junto a Balerion, a Valyria, y así le había ido, muriendo de una manera tan repugnante y dolorosa que ningún maestre podía creerlo. Rhaella se había dedicado a la fe desde joven y nunca más habían oído de ella.

𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐚𝐝𝐲 𝐨𝐟 𝐰𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐟𝐞𝐥𝐥, cregan starkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora