XVIII.- La Bestia/Fuego y Acero

110 16 12
                                    

Se la llevaron al segundo día, al caer la noche.

Estaban preparados. Lo estaban, lo estaban, lo estaban.

Los hermanos se han ducho eso una y otra vez desde ese día.

Lo estaban.

Lo juran por Dios. Por todo lo que tienen.

Estaban preparados.

Pero no lo suficiente. Nunca fue suficiente. Nunca sería suficiente.

Maggie dijo que necesitaba ir a la casa a recoger algo de ropa, un uniforme para trabajar al día siguiente.

— Iré contigo. — le dijo Stiles.

— Quédate, solo voy al final de la calle. Estás ocupado.

Y lo estaba. Los hermanos entrenaban con Thomas, Joe y los otros. Osmond los mirada con atención. Sentían como que debían probarle algo, porque sabía lo que eran y su posición en la manada. Con Joe. Con Gordo.

— No puedes ir sola. — le dijo Ox esta vez.

— Enviaré a dos de los míos para que la acompañen. — ofreció Osmond.

— De acuerdo. — aceptaron los hermanos.

De acuerdo.

Dijeron "de acuerdo". Como su no fuera nada. Como si no fuera nada en absoluto.

Elizabeth y Mark estaban dentro. Carter y Kelly estaban arañándose y cortándose el uno al otro a su derecha. Gordo estaba controlando las guardas en el pueblo. Osmond los observaba moverse de un lado a otro, pero sus ojos siempre se fijaban en los hermanos. Era algo que aín no podían descifrar, estaba siendo cauteloso y mostraba curiosidad desde que el tono en sus voces hizo que sus Betas se estremecieran.

No hablaron de ello. O, al menos, no lo oyeron hablar al respecto.

Estaban distraídos.

Dijeron "de acuerdo".

— ¿Necesitan algo? — preguntó Maggie, como si no fuera nada. Como si no fuera nada.

Sacudieron sus cabezas, barrieron el sudor de sus cejas, Ox se movió a la derecha cuando Joe se acercó. Giró un vez. Chocó su puño contra la parte trasera de su cuello. Salió despedido, temblando. Stiles había golpeado a Carter en el estómago y retrocedió con dolor.

— Nop. Estamos bien. — respondió Stiles, porque lo estaban. Estaban bien. Estaban bien.

Lo desconocido se cernía delante de ellos, un monstruo capaz de cosas horribles, capaz de cosas horrible, pero estaban con su familia.

El sol brillaba sobre ellos, había algunas nubes en el cielo y podían oír a los pájaros, los árboles y la hierba. Estaba verde. Todo estaba tan jodidamente verde que incluso los pequeños bordes violetas se veían distantes, porque eran manada. Eran más fuertes que cualquier cosa que pudiera ir a atacarlos, y si Richard Collins mostraba su rostro, sería la última cosa que haría. Si Robert Livingstone llegaba oliendo a ozono y rayos, arrancaríamos la magia de su piel y él no sería nada más. Esa era una promesa. Por Joe, por lo que él era. Para su manada, para las personas como Osmond. Para ellos.

Estaban enfocados. No hicieron las preguntas que debían.

¿Por qué el padre de Gordo estaría junto a Richard Collins? ¿Qué era lo que querían? ¿Detrás de qué iban? (Cuál era la más débil de las ataduras, cuál sería el más fácil de vencer primero, cuál de ellos podría ser destrozado, cuál era amable y hermoso y no merecía un trato tan cobarde, algo monstruoso que...).

Mi CanciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora