1. Heather (Kayla)

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No debería estar haciendo esto.

Sé que no debería. Al menos no mientras mi mejor amiga me está contando algo y yo ni siquiera me molesto en fingir que estoy prestando un mínimo de atención. Y mucho menos en medio de toda la cafetería del instituto donde cualquiera puede percatarse de que estoy buscando a alguien como si me fuese la vida en ello. Pero si nadie se ha dado cuenta en estos 5 años, es muy poco probable que vaya a ocurrir ahora. Así que mis ojos se siguen deslizando entre la gente, anhelando encontrar ese pelo marrón, esos ojos verdes, esa boca...

—Kayla, ¿me estás escuchando?—pregunta Sheila y no me hace falta mirarla para saber que tiene el ceño fruncido.

—¿Qué? ¡Claro que sí!

—Prácticamente estás babeando sobre la mesa. Pista más que suficiente de que cierto chico está a punto de llegar y yo voy a perder a mi amiga por culpa de las hormonas.

—¡Vamos, Sheila! Estás siendo una completa exagerada. Soy muy capaz de mantener una conversación civilizada como una persona normal sin pensar en...

Entonces le veo.

Lo único que logro escuchar de parte de Sheila es un suspiro cargado de frustración porque sabe perfectamente que me ha perdido. Debería sentirme como la peor amiga del mundo, pero estoy tan ocupada observando a Jeydon Davies que el sentimiento de culpa apenas se cuela en mi cuerpo. Entra en la cafetería empujando ambas puertas de un solo movimiento y, sin siquiera esforzarse, parece un maldito modelo de algún anuncio sobre colonias ridículamente caras. Se pasa una mano por el pelo, haciendo que la camiseta que lleva puesta se eleve lo suficiente como para dejar al descubierto la piel bronceada de su abdomen. Tengo que tocarme los labios para asegurarme de que no estoy babeando como ha sugerido antes Sheila. Espera un poco a que sus amigos le alcancen para encaminarse todos juntos hacia la barra para ordenar su comida. Sigo todos los pasos que da y me sorprende la seguridad con la que sus zapatillas golpean el suelo.

Axel, el mejor amigo de Jeydon, aparece en mi campo de visión mientras rodea con un brazo los hombros del chico al que no he podido dejar de mirar y le dice algo al oído que hace que las comisuras de los labios de Jeydon se estiren en una sonrisa casi imperceptible. No necesito girarme hacia Sheila para percatarme de que debe tener la misma expresión de añoranza que yo ahora que el chico que le interesa ha aparecido en escena. 

Y luego tiene la cara de quejarse de mí.

Ambos se acercan a las secciones de comida y yo ya sé de antemano que va a coger un plato de ensalada. También sé que es alérgico a cualquier fruto seco, que es uno de los mejores luchadores del club de boxeo del instituto, que cada vez que algo le afecta mucho aprieta la mandíbula con todas sus fuerzas, que siempre suele juguetear con los múltiples anillos que adornan sus dedos, que suele salir a correr con bastante frecuencia y que va a ser mi futuro marido y padre de mis hijos.

Ojalá él simplemente supiera de mi existencia.

Intento que la situación no me parezca más triste de lo que ya es en realidad mientras observo cómo se dan la vuelta una vez que ya tienen la bandeja llena y empiezan a caminar hacia su mesa. Ni siquiera me molesto en desviar la mirada cuando se acercan peligrosamente al sitio en el que estoy sentada. Supongo que qué Jeydon tenga los ojos clavados en mi mejor amiga hace que la preocupación de ser pillada en pleno escrutinio sea incapaz de invadir mi cuerpo.

A lo largo de los años he llegado a aceptar el hecho de que el chico que vive en mi mente día sí y día también en verdad está enamorado de mi mejor amiga. Después de tanto tiempo, ya tendría que haberme hecho a la idea y superarlo. Pero no puedo evitar que una punzada de dolor se apodere de mi pecho al darme cuenta de que Jeydon jamás va a mirarme como le mira a Sheila. Y ella sin darse cuenta. Al menos su relación (o inexistencia de esta) con Axel está en el mismo punto que la mía con Jeydon. Es decir, sobrevivimos a base de los escenarios ficticios que nos montamos en la cabeza con los chicos de los que estamos enamoradas. No hay nada mejor que el hecho de que la vida amorosa de tu mejor amiga y la tuya apesten de la misma manera.

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