El sonido de mis deportivas contra el asfalto consigue calmar mis nervios. La capucha de mi sudadera me impide ver el paisaje a mi alrededor, pero ya sé que me encuentro a cuatro manzanas de mi casa. Aunque un dolor punzante se ha apoderado de mis piernas, aumento la velocidad hasta llegar a casa. Entro en el jardín y cierro la verja asegurándome de hacer el mínimo ruido posible a pesar de que es muy posible que mi padre, mi hermana y mi madrastra ya estén despiertos.
Cuando entro en la cocina, me encuentro con la imagen de Ivy. Me acerco a ella con pasos lentos y le revuelvo el pelo en un gesto cariñoso.
—Hola, enana—murmuro y comienzo a prepararme el desayuno para poder ducharme cuanto antes.
Ivy me aparta de un manotazo el brazo para que deje de molestarle y me fulmina con unos ojos azules idénticos a los de su madre.
—No soy una enana—dice con toda la madurez que consigue reunir. Intento no resoplar al ver los huecos en donde deberían estar sus palas—. Ya te llego casi a la cintura.
—¿La cintura? ¿Estás segura? Yo creo que te estabas refiriendo a la rodilla.
Suelto una palabrota que espero que mi hermana no haya escuchado cuando Ivy intenta pisarme el pie con todas sus fuerzas. Por suerte, esquivo el pisotón en el último segundo. Le agarro antes de que pueda escaparse y me la cargo al hombro como si se tratase de un saco de patatas. Patalea y chilla intentando liberarse de mi agarre, pero eso solo consigue que yo le agarre más fuerte para impedir que se caiga desde esta altura.
Los gritos de Ivy deben de alertar a mi padre porque aparece por el pasillo con una expresión de alarma pintada en el rostro que desaparece cuando se percata de que no hay razón alguna para preocuparse. Deposito a Ivy en uno de los taburetes y le acerco sus cereales para que pueda empezar a desayunar.
—¡Papá! ¡Jeydon me ha llamado enana!—exclama mi hermana y me fulmina de nuevo con la mirada.
Intento no prestar mucha atención a la cara que pone mi padre cuando escucha a su sobrina llamarle "papá", pero un rápido vistazo en su dirección mientras me preparo unas tostadas me informa de que esa simple palabra le ha afectado mucho más de lo que se permite mostrar. Sé que ahora mismo estará pensando en su hermano y la sola mención de mi tío hace que un nudo de ansiedad se forme en la boca de mi estómago. Hace 5 años ya de su muerte y la de mi tía, pero el dolor no ha disminuido en absoluto desde entonces.
—¿Enana? ¿Quién? ¿Tú?—pregunta mi padre y deposita un beso en lo alto de la cabeza de Ivy—. Pero si has crecido al menos dos metros esta noche.
—Lo sé—canturrea como respuesta y utilizo una de las tostadas para tapar la diminuta sonrisa burlona que tengo pintada en los labios.
Estoy a punto de añadir un comentario para molestar un poco más a Ivy, pero entonces el pitido de la alarma de mi móvil inunda la cocina. Si no quiero llegar tarde, será mejor que me ponga en marcha. Devoro lo más rápido que puedo la tostada procurando no atragantarme en el proceso y me despido de mi padre, Ivy y Grace que justo entra en ese momento en la cocina.
Apenas me permito estar más de 5 minutos en la ducha. Me visto a la mayor velocidad que soy capaz de reunir y cojo la mochila y las llaves del coche antes de dirigirme hacia el jardín trasero. Ames, mi pastor alemán, me saluda en cuanto pongo un pie fuera y, a pesar de que llego tarde, me paso un par de segundos acariciándole la cabeza y asegurándome de que no hace falta darle comida o ponerle más agua en el bebedero.
En cuanto me monto en el coche, echo un rápido vistazo al reloj que se encuentra arriba de la radio. Una maldición escapa de mis labios cuando me percato de que voy a llegar un par de minutos tarde. Para cuando llego al parking del instituto, este ya está bastante lleno por lo que me cuesta encontrar un sitio en el que estacionar. No me molesto en correr por los pasillos para llegar cuanto antes a clase y en su lugar me meto las manos en los bolsillos delanteros de mis pantalones y camino con calma. Sé que en cuanto entre, voy a recibir la mítica mirada airada del profesor así que me tomo mi tiempo para componer mi mejor mueca de disculpa antes de llamar a la puerta.
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La Propuesta
RomanceKayla lleva toda la vida enamorada de Jeydon Davies. Y, durante todo ese tiempo, ha llegado a comprender que sus sentimientos jamás van a ser correspondidos porque Jeydon está enamorado de su mejor amiga. Sin embargo, cuando este le ofrece una propu...