10. too many feelings (Jeydon)

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—¿Puedes cambiar la maldita canción? Me está taladrando el tímpano y no me gustaría llegar a los 18 sorda—exclama Olivia y se incorpora desde el asiento de atrás para hacerse cargo de la radio. Busca una emisora decente y cuando la encuentra vuelve a su sitio y sonríe con suficiencia a Laurie.

Tengo que recurrir a todo mi autocontrol para no apagar la radio cuando la música inunda el coche. Pero me cuesta y mucho. Por fortuna, nadie parece percatarse de la lucha interna que estoy sintiendo en este momento.

—Si no te gusta, no haber venido—replica Laurie desde el asiento del copiloto y aprieto el volante con fuerza. Ahora mismo, no estoy de humor para soportar una de las muchas broncas que pueden tener las dos.

—Tengo una idea mejor. ¿Qué te parece si para no seguir viendo tu cara te tiro del coche en marcha y nos hago un favor a todos?—responde Olivia y la dulzura en su voz hace que la amenaza pase casi inadvertida.

—¿Y qué te parece si yo relleno el depósito de gasolina con tus órganos?—replica Laurie y por un momento me preocupo que sea capaz de hacerlo. Es Laurie, al fin y al cabo.

—No metáis a mi coche en vuestras movidas—mascullo y todos los presentes son capaces de notar el filo tenso que hay en mis palabras.

Y es que llevo de un auténtico humor de perros desde que me fui de casa de Kayla. Y no hay nadie en este planeta que no se haya percatado de eso.

—Kayla se merece un monumento si consigue soportar tu humor de mierda siete días a la semana—murmura Laurie y la sola mención de su nombre hace que mis puños se cierren sobre el volante con tanta fuerza que mis nudillos no tardan en comenzar a teñirse de blanco—. Al igual que merezco yo un monumento por lidiar contigo, Olivia.

—Claramente, porque tú eres una persona con una personalidad increíble—contrataca la morena y mi paciencia llega al límite.

—O cerráis la boca u os bajáis del coche. Vosotras decidís—digo y soy consciente de que todos en el coche han notado la tensión en el tono de mi voz. Por primera vez en todo el trayecto, las chicas parecen que no tienen nada que decir.

—¿Problemas en el paraíso?—inquiere Olivia, tras una pausa incómoda, y su cabeza asoma por el hueco que hay entre los asientos delanteros.

—Algo así.

Ni siquiera sé exactamente qué es lo qué ha pasado entre nosotros. Pensaba que la broma no había sido para tanto. Casi esperaba que me apartase y me dijera que guardase esos truquitos para alguien que estuviese interesada. Pero, en su lugar, el enfado se apoderó de su cuerpo, haciéndome sentir como el ser más estúpido del mundo. Y el hecho de que Sheila haya decidido el coche de Axel en lugar del mío para ir al restaurante al que nos dirigimos ahora solo ha hecho aumentar mi mal humor.

—¿Es este el restaurante, Seth?

El susodicho deja de mirar por la ventanilla lo suficiente como para echar una rápida ojeada al edificio frente a nosotros y asiente. Sus ojos se iluminan con ilusión y niego con la cabeza porque soy incapaz de entender cómo es que la sola mención de comida puede hacer a este hombre tan feliz.

—Unos amigos míos estuvieron aquí el otro día y me dijeron que las hamburguesas son lo mejor. Ya verás, un mordisco y se te va a ir el mal de amores.

—Espero que sea verdad porque si no me vas a pagar la hamburguesa tú—bromeo y busco un sitio para aparcar. La cantidad de coches que hay en el parking nos muestra que el restaurante debe estar a rebosar. Solo espero poder encontrar sitio rápido.

—Axel está en un atasco—informa Olivia en el momento en el que nos bajamos del coche mientras mira su móvil—. Al parecer habían cortado una calle y el muy tonto no se ha enterado. Me ha mandado un mensaje con lo que quiere cada uno.

La PropuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora