14. Dusk Till Dawn (Jeydon)

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Mi mano se mueve casi por propia voluntad. Estoy tan acostumbrado a hacer esto que estoy seguro de que podría cerrar los ojos y seguir haciéndolo igual de bien. Arriba, abajo, arriba, abajo. Los movimientos son cortos y potentes ocasionando que un pequeño dolor se apodere de mi muñeca, pero aun así no me detengo.

Un audio de mi entrenador suena por los cascos que llevo puestos a un volumen tan alto que estoy seguro de que mi padre puede oírlo a pesar de que se encuentra en el sillón de al lado, a un par de metros de distancia. La boca de Grace se mueve mientras ambos observan la televisión encendida, pero ningún sonido, a parte de la voz del entrenador explicando en entrenamiento de mañana, llega a mí. Mis dedos se mueven estratégicamente por el papel, añadiendo los últimos detalles al dibujo que llevo una hora intentando terminar. Cuando quedo satisfecho con el resultado, aparto lo suficiente la hoja para ver el dibujo final.

La familiaridad de mi coche es lo primero que veo, pero no es eso lo que hace que una sonrisa se expanda por mis labios. Aunque el otro día, mientras escuchábamos canciones tumbados como si fuera el último día de nuestras vidas, apenas le eche un par de miradas rápidas, creo que he conseguido captar a la perfección la forma en la que su pelo se extendía por el techo del coche. O la forma en la que nuestros dedos se entrelazaban.

No es uno de mis mejores trabajos, ni tan poco el que más detallismo alcanza. Para una persona que no conociese la historia que hay detrás, solo vería a dos adolescentes tumbados en el techo de un coche observando la luna y las estrellas. Pero para mí, esos simples trazados hacen que mi humor mejore un poco. Jamás pensé que pudiese alcanzar ese nivel de confianza con Kayla.

Sé que debería preocuparme el hecho de que pueda haberle contado todo a Sheila. Al fin y al cabo, ella misma me lo ha dicho. Son mejores amigas y parecen conocer cada uno de los secretos de la otra. Ya sabía dónde me estaba metiendo en el momento en el que decidí seguirle a esa parada de autobús. Era consciente de que eso podía salir mal de bastantes formas distintas. Pero, aun así, el solo hecho de que las cosas siguiesen igual con Sheila y que mi incapacidad para comportarme como una persona normal a su alrededor se cargara cualquier pequeña oportunidad, hizo que mis pies siguieran sus pasos.

Y pensar que justo antes de quedar con Kayla estuve en la casa de Sheila... Eso me hubiese parecido imposible hace apenas un par de semanas así que todo este lío que he montado no ha sido una mala idea. Al menos no del todo. Mi corazón se acelera con solo pensar en los cortos 10 minutos que estuve con ella para dejarle los libros que tanta ilusión le hacían. No fue nada del otro mundo ya que la mayoría del tiempo hubo un silencio incómodo que intente rellenar con las primeras cosas que se me veían a la mente. Gran parte de la conversación fue sobre el instituto y de cosas relacionadas con él. Quise decírselo a Kayla, pero, justo cuando estaba a punto, ella se levantó y puso Another Love. Y de repente, ya no me apetecía sacar el tema.

Me pregunto en qué momento Kayla se ha convertido en esa amiga a la que puedo recurrir para todo. Le he contado cosas que no le he dicho ni a mi mejor amigo, y, aun así, en ningún momento me he sentido juzgado. Sino casi me ha parecido que me entendía. Si hasta ha conseguido que escuche música sin la imperiosa necesidad de apagar la radio.

De repente, una zapatilla de estar por casa es lanzada con fuerza en mi dirección haciendo que me golpee en la frente. Una rápida mirada hacia el objeto que casi provoca que me quede tuerto me indica que es de mi padre y que ha sido él quien me ha atacado. Le miro para descubrir que se está señalando las orejas. Como estoy un poco aturdido por el golpe gratuito que acabo de recibir me cuesta un par de segundos entender que quiere que me quite los cascos.

—¿Sí?—digo y el sonido del televisor llega a mí por primera vez desde que he entrado en el salón.

—Creo que me ha oído todo el vecindario gritar tu nombre, menos tú—contesta y se le forman unas arrugas en los ojos cuando sonríe.

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