6. Daddy Issues (Kayla)

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La boca de mi madre se mueve a medida que las palabras salen de ella, pero soy incapaz de entenderlas. El sueño me golpea con fuerza y tengo que resistir las ganas de volver a mi habitación para recuperar las horas de sueño perdidas. Dudo que haya conseguido descansar más de dos horas y mucho menos creo poder sobrevivir el resto del día en este estado de cansancio permanente.

—Kayla—dice mi madre y mi vista se fija en ella. Pestañeo un par de veces en un débil intento por deshacerme de los restos de sueño—. ¿Me estás escuchando?

—No—me sincero y recibo como respuesta una mirada enfurecida—. Lo siento.

—Quiero que vuelvas directamente aquí después del trabajo. Y nada de ir a casa de cierto chico—me regaña y por mucho que intente evitarlo las comisuras de mis labios se alzan en lo que espero que sea una sonrisa imperceptible.

Cuando Jeydon me dejó quedarme en su casa para ver la película y así poder hacer el maldito trabajo, mi cerebro sufrió un corto circuito tan intenso que no se me ocurrió la idea de mandarle un mensaje a mi madre para avisarle de mis planes. Además, debido a mi manía de tener el móvil siempre en silencio, las llamadas y los miles de mensajes llegaron a mí demasiado tarde. A pesar de la bronca que tuve que soportar y el trabajo que tuve que hacer después, el recuerdo que tengo en mi mente sigue siendo el más bonito y preciado de todos. La rosa que me dio descansa en mi cuarto y a veces me pregunto cómo es que una simple flor puede hacer que mi corazón se acelere hasta alcanzar velocidades estratosféricas.

—Además de no poder salir de casa más que para ir al instituto y al trabajo—continúa mientras me encargo de lavar mi plato. El agua golpea su superficie y varias gotas salen disparadas en todas direcciones. El resoplido que suena detrás de mí hace que ponga los ojos en blanco.

—Ya lo sé, mamá. No hace falta que me lo repitas—digo girándome y salpicándole con el líquido que gotea en mis dedos por el simple gusto de molestarle.

Agarra el trapo sobre la encimera y antes de que pueda darme cuenta el material de este impacta contra mi rodilla. Profiero un quejido y me acaricio la zona dolorida para aliviar el escozor.

—Eres cruel—murmuro y ella como respuesta me amenaza moviendo el trapo frente a mí.

—Seguro que no le dices eso a Jeydon—dice para, acto seguido, hacer como si besase a alguien invisible. La vergüenza quema en lo más hondo de mi sistema y mis mejillas comienzan a arder.

—¡Mamá!—chillo—. No me puedo creer que hayas hecho eso. ¿Sabes qué? Voy a hacer como que no he visto nada por el bien de mi salud mental.

—Exagerada—bufa mientras me acerco para recoger la mochila que descansa en el suelo cerca de la entrada. Cuando vuelvo a mirarle hay una sonrisa adornando la mitad de su rostro—. No me puedo creer que por fin vaya a castigarte por un chico. ¡Mi Kayla con novio! La verdad es que durante un tiempo llegué a pensar que eras lesbiana—dice y yo le lanzo una mirada severa—. Lo cual hubiera estado genial también, pero es que tenías que ver la cara de asco que ponías cada vez que mencionaba a cualquiera de tus compañeros de clase. Y mírate ahora. Casi puedo ver a mis nietos y...

Antes de que pueda añadir nada más, la mochila ya está sobre mi hombro y mis pies se mueven a la velocidad de la luz para llegar hacia la puerta principal. Su risa llega a mí, pero la vergüenza está tan presente en mi cuerpo que es en lo único en lo que puedo concentrarme. Mis dedos se cierran con más fuerza en torno al asa de la mochila y mis uñas se clavan en la piel blanda de mis palmas. Mi madre está loca, definitivamente. Sin embargo, la felicidad en el tono de su voz ha regresado y eso hace que tenga que morderme la lengua para contener las lágrimas. ¿Honestamente? Yo también me encuentro más feliz de lo que he estado en años. Y eso me acojona enormemente porque soy muy consciente de cuál va a ser el resultado de todo este lío.

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