12. Into You (Kayla)

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Intento no hacerlo. De verdad que pongo el máximo esfuerzo. Me agarro fuertemente a la taza de café que descansa frente a mí, y a pesar de que prácticamente me estoy quemando las palmas, me da igual. Me obligo a mí misma a sacarme de mi cabeza el pequeño pitido que ha hecho mi móvil hace apenas un par de segundos, anunciando que tenía un nuevo mensaje. Cuando ya me siento más satisfecha con mi estado de calma total, decido soltar la taza y reclinarme hacia atrás en la silla en una posición más cómoda.

Tres malditos segundos.

Eso es todo lo que aguanto antes de lanzarme como loca hacia la encimera donde se encuentra mi teléfono para ver si quien me ha escrito es Jeydon. Pero la desilusión llega a mí cuando me doy cuenta de que es Sheila quien lo ha hecho.

Me replanteo no contestarle, porque sinceramente no tengo ganas de hablar con nadie. Ayer apenas conseguí pegar ojo después de saber todo lo que le había dicho a Jeydon. Sabía que me iba a arrepentir en cuanto comenzamos a discutir en el parking del instituto, pero jamás pensé que tanto. ¡Si hasta me alegre como una boba cuando me llegó un mensaje de él pidiéndome ayuda para hablar con la chica de la que está enamorado!

Y ahora en lo único en lo que puedo pensar es en ese maldito visto. Aún no me ha contestado y eso que estuve hasta las tantas esperando su mensaje. Sé que lo ha leído, entonces ¿qué le cuesta contestar? Una parte de mí, la más mezquina y cruel espera que sea porque las cosas con Sheila no fueron muy bien. Me doy una bofetada mental para no pensar así y para sentirme un poco mejor conmigo misma leo lo que me ha enviado Sheila.

Sheila: Mañana. Seis y media. En la cafetería al lado de mi casa. Tú y yo.

Sonrío ante la manera de escribir de mi mejor amiga y mis dedos teclean una respuesta rápida. No se necesita ser un genio para saber que algo ha pasado entre Axel y ella en aquella fiesta.

Yo: ¿Debería ir organizando la boda? ¿Voy encargando las flores? ¿Qué te parecen las rosas? ¿O son demasiado típicas?

Sheila: Cállate que me emociono. Antes de que preguntes, no ha pasado nada. Aún. Y hago énfasis en aún, por si no lo habías notado.

Yo: No quiero que me cuentes absolutamente nada por aquí. Necesito oír todos los detalles teniéndote delante.

Sheila: ¿A mí o a un batido de chocolate?

Yo: Mi corazón es muy grande, Sheila. Hay espacio para los dos.

Sheila: Eres de lo peor. Bueno, te dejo que tengo que ponerme a estudiar para el examen del lunes. Adiós, guapa.

Tras una breve despedida por mi parte, dejo el móvil sobre la encimera y vuelvo a la mesa de la cocina para terminarme el desayuno. No tengo mucha hambre, pero me fuerzo a comer algo. Ayer apenas cené cuando llegué del trabajo porque los nervios estaban acabando conmigo y la sola visión de comida hacía que me entrasen ganas de vomitar. El móvil vuelve a sonar, pero me prohíbo a mí misma comprobar quien me ha escrito esta vez. No quiero volver desilusionarme, así que me termino el desayuno en un tiempo récord y lavo los platos ignorando la necesidad de mirar mi teléfono. En ese momento, mi madre grita mi nombre desde el segundo piso y el alivio me recorre entera. Corro escaleras arriba hasta llegar a su habitación. No me molesto en llamar y entro directamente.

—¿Puedes pasarme el bolso que está sobre el armario?—me pide y me señala con un gesto vago el objeto.

Me encamino hacia ahí y gracias a mi altura ni siquiera tengo que estirarme mucho para llegar. Lo limpio un poco cuando veo que una fina capa de polvo lo cubre y que me indica que hacía bastante tiempo que no lo usaba.

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