18. jealousy, jealousy (Kayla)

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La he cagado. De unas maneras magistrales. ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Qué clase de diablo se ha metido dentro y me ha hecho hacer eso? A pesar del volumen de los gritos, estos se sienten lejanos. El combate está a punto de empezar por lo que acelero el paso y me instalo en las gradas donde están los demás. Todo se siente tan irreal en este momento que mis manos tiemblan incontrolablemente a ambos lados de mi cuerpo.

—Hey, Kayla—saluda Olivia y la sonrisa que adorna su rostro desaparece cuando ve que algo no va bien—. ¿Pasa algo?

Verdadera preocupación cruza sus facciones y siento como me rodea con un brazo en un gesto cargado de apoyo. El azul de sus ojos se ve mucho más claro debido a los inmensos focos que iluminan el lugar y una punzada de celos me invade cuando percibo lo bien que combinan con las pequeñas mechas del mismo color de su cabello y con su piel oscura.

Ay, los celos. Por qué al fin y al cabo todo se reduce a eso, ¿verdad?

Centro mi atención en mi mejor amiga, que se encuentra en la fila de delante, junto a Axel y Liam. Su pelo corto cae a la perfección sobre sus hombros sin siquiera esforzarse y su mirada afilada le da un atractivo envidiable. Sus labios están abiertos en una amplia sonrisa que parece sacada de algún anuncio de pasta de dientes y la punzada de celos que me había invadido en el vestuario vuelve con más fuerza.

¿Acaso es eso lo que me ha llevado a besar a Jeydon? ¿Los malditos celos?

Aparto la mirada de ella y la centro en mis zapatillas desgastadas. ¿Qué es lo que me está pasando? ¿Por qué me encuentro envidiando todo lo que es Sheila? ¿Qué clase de mejor amiga soy? Un sentimiento oscuro comienza a formarse en la boca de mi estómago y una de mis piernas comienza a temblar. Mi corazón se detiene por una fracción de segundo para reanudar su marcha a una velocidad preocupante.

No, no, no... Ahora no.

—Estoy bien—contesto a Olivia, que sigue mirándome con preocupación.

Le dirijo una sonrisa rápida y aparto la mirada para que no sea capaz de percibir que le he mentido. Mis ojos buscan frenéticos una solución y hago mis mayores esfuerzos por detener el ataque de ansiedad que se está encargando de destrozarlo todo a su paso. No puedo dejar que los demás me vean así. Procuro llamar la atención de Sheila, que es la única que puede y quiero que me ayude un momento así, pero las palabras se han quedado atascadas en la garganta y se niegan a salir. Siento que estoy a punto de perder el poco control que me queda sobre mí misma. Siento que voy a rendirme a la nueva ola de pánico que me golpea con fuerza. Siento que...

De repente, todo el público a mi alrededor comienza a aplaudir y a vitorear de manera exagerada. Intento entender el porqué de este cambio radical y no me cuesta mucho saber que ha sido Jeydon el causante de esta actitud. Acaba de salir del vestuario y se dirige a paso rápido hacia el ring donde le espera Oliver. Los músculos de su abdomen se marcan con cada paso que da y la grada tiembla bajo mis pies debido a la alegría con la que le reciben los demás estudiantes. Su mirada se pasea entre las gradas y mi cuerpo se tensa como respuesta en el momento en el que nuestros ojos coinciden. Se limita a clavar su mirada en la mía durante una milésima de segundo antes de desviarla hacia los demás, pero para mí es suficiente.

El ataque de pánico parece frenar un poco con ese simple gesto y me concentro en controlar bien mis respiraciones. Cierro y abro la mano en un intento por hacer que mi cuerpo entero se centre en ese estúpido movimiento y siento como el nudo en mi estómago se va desenredando cuando el ataque va perdiendo potencia. Ahora mismo, juro que podría llorar del alivio.

—¡Davies, dame un hijo!—grita Olivia cuando Jeydon sube al ring de un salto hábil.

Sus ojos se abren de manera exagerada cuando me mira y no sé qué es lo que ve en mi cara, pero debe de asociarlo a su comentario porque de pronto suelta una maldición.

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