No sé cómo he conseguido llevar a Kayla hasta mi habitación sin tirar nada en el proceso. Tampoco tengo la menor idea de cómo es que los sonidos lastimeros que ha ido soltando no han despertado a toda mi familia. Pero casi puedo jurar que me siento orgulloso de haber podido llevar a cuestas el peso muerto de la chica que se encuentra tumbada en mi cama a pesar del cansancio de mis brazos por el esfuerzo. Le arrebato la camiseta manchada de vomito que aun tiene entre las manos y la lanzo a un rincón de mi cuarto. Miro el enredo de extremidades, mantas y cabello rubio que es ahora mismo mi cama.
Mascullo una palabrota, lo suficientemente baja para que Kayla no la escuche y me encamino hacia mi cómoda. Tras una breve búsqueda, agarro una camiseta que apenas me he puesto y me giro hacia la chica que no deja de ponerse un mechón de pelo entre los labios y la nariz, simulando que es un bigote.
—Toma, anda, ponte esto—digo y su atención se fija en mí. Me maldice con la mirada por haber interrumpido lo que sea que fuese eso que estaba haciendo.
—No quiero esa—masculla y hace un gesto con la cabeza hacia mi pecho—. Quiero la que llevas puesta.
—¿Por qué?—pregunto, pero ella se limita a mirarme, sin querer darme una respuesta hasta que me haya quitado la prenda de ropa que tanto quiere. A regañadientes, agarro el material que se pega a mi espalda y de un movimiento rápido me la quito—. Toma, pesada.
Una sonrisa infantil le ilumina el rostro cuando coge la prenda y comienza a ponérsela. Mis ojos no se separan de su cara en ningún momento. Siento como un peso es quitado de mis hombros al verla sonreír y solo me queda rezar para no volverle a ver nunca en un estado similar al que tenía en mi coche.
—Porque huele a ti. Como la cama—contesta y su voz suena amortiguada por la tela de mi camiseta que tapa su cara—. ¿Alguien te ha dicho alguna vez que hueles genial?
Suelto un suspiro bastante largo e intento reunir la paciencia que voy a necesitar esta noche cuando veo como Kayla se pone la camiseta al revés e intenta por todos los medios meter la cabeza por el hueco diseñado para la manga. Vuelvo a suspirar y me acerco para ayudarle.
—¡Ya está!—exclama y su cabeza aparece de repente. Tiene los mechones del pelo pegado a ambos lados de su cara—. Y todo lo he hecho yo solita. Deberías aprender un poco más de mí, Jeydon.
Me muerdo la lengua, literalmente, para no sacarle de su error y le tapo con las mantas.
—Duérmete ya, Kay-Kay—murmuro y acomodo bien su cabeza sobre la almohada—. Ya veremos si mañana la resaca te permite hablar.
—¿Resaca? Eso es de débiles—masculla y se tapa hasta la barbilla—. Si los 14 litros que he bebido de alcohol no han podido conmigo, esa tal resaca tampoco.
—¿Puedes repetirlo y lo grabo? Para enseñártelo mañana cuando tengas la cabeza metida en el váter hasta el fondo.
Murmura una respuesta que ni yo consigo descifrar y me siento el sillón que hay frente a la cama, para poder observarle bien en el caso de que se ponga peor por la noche...o la mañana.
Cojo mi móvil y abro Whatsapp para enviarle un mensaje a la madre de Kayla e informarle de que va a quedarse a dormir en mi casa. Cuando apago el móvil y levanto la mirada, me sorprende descubrir los ojos de Kayla en mí y una sonrisa tonta pinta en los labios. Me inclino hacia delante y apoyo los antebrazos en las rodillas.
—¿Qué?
—Solo estaba alegrándome la vista, Davies. Déjame ser feliz.
—Definitivamente, Kayla borracha es mi Kayla favorita—musito y me paso las manos por el pelo repetidas veces, estirando un poco de la punta.
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La Propuesta
RomanceKayla lleva toda la vida enamorada de Jeydon Davies. Y, durante todo ese tiempo, ha llegado a comprender que sus sentimientos jamás van a ser correspondidos porque Jeydon está enamorado de su mejor amiga. Sin embargo, cuando este le ofrece una propu...