𝐶𝑟𝑢𝑠ℎ // 𝐻𝑢𝑛𝑡𝑒𝑟 𝑥 𝐿𝑒𝑐𝑡𝑜𝑟𝑎 [PAUSADA TEMPORALMENTE]

☆𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 18☆

Pov _____:

—¡Ven aquí, maldita estafadora!

—¡Atrápame si puedes, idiota! —exclamé mientras corría a toda velocidad.

Me encontraba en medio de una persecución frenética por las calles oscuras de Bonesborough, tratando de escapar de unos tipos furiosos a los que, quizás, había estafado jugando al Hechi Póker. La noche había comenzado de manera bastante inocente; no podía dormir y decidí ir a un bar para matar el tiempo.

Todo cambió cuando vi a un grupo de tipos jugando uno de mis juegos favoritos. Se jactaban de ser los mejores, de que nadie podía derrotarlos. No iba a permitir que alardearan de esa manera en mi presencia, así que me uní a la partida. Con una mezcla de habilidad, un poco de suerte y algo de trampa, les demostré quién era la mejor y terminé sacándoles algunos caracoles.

Pero, al parecer, ellos no estaban muy contentos con el resultado. Ahora, corría por callejones y esquinas, tratando de perderlos de vista. La adrenalina corría por mis venas mientras escuchaba los pasos apresurados y los gritos de mis perseguidores acercándose.

—¡Por aquí! —gritó uno de ellos.

Me giré rápidamente por un estrecho pasaje, perdiéndolos de vista, apenas evitando un par de barriles que alguien había dejado por ahí. Mi corazón latía con fuerza, pero no podía evitar sentir una emoción retorcida. Esta era la clase de cosas que me hacían sentir viva, a pesar del peligro evidente.

—Bueno, eso fue divertido —murmuré para mí misma, una sonrisa satisfecha curvando mis labios.

Pero de repente, choqué con algo duro, casi perdiendo el equilibrio. Al levantar la vista, mi corazón se hundió. Era un guardia del Aquelarre del Emperador.

—Mierda —susurré, sintiendo un nudo formarse en mi estómago.

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Aquí vamos, otra vez en el Conformatorio. No pude evitar soltar un suspiro de frustración mientras miraba las paredes frías y grises a mi alrededor.

—¡Esto es injusto! ¡Solo fue una pequeña partida de Hechi Póker! —grité desde mi celda, mi voz rebotando en las paredes de piedra.

—Pequeña o no, las reglas son las reglas —respondió con un tono autoritario—. Y tú las rompiste.

—¡Eso no es justo! No estaba haciendo nada malo. Solo... divertirme un poco —sonreí con inocencia.

El guardia me miró con desdén.

—Las apuestas ilegales y los juegos de azar están prohibidos. Deberías saberlo mejor.

—¿Y qué pasa con esos tipos que me perseguían? —espeté, sintiendo la ira burbujear dentro de mí—. Ellos también estaban jugando, pero yo soy la única que está aquí. ¿Por qué no los atraparon a ellos?