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Diana Mendes era la hija única del magnate más poderoso de Brasil, un hombre cuyo nombre era sinónimo de riqueza y poder. Pero a pesar de su posición privilegiada, Diana era una rebelde nata. Desde adolescente, se había resistido a las expectativas que su padre había establecido para ella. En lugar de asistir a eventos sociales y seguir un camino predefinido en los negocios familiares, Diana prefería la vida nocturna, las manifestaciones culturales y las aventuras sin rumbo fijo.

Su último acto de rebeldía, una escapada de fin de semana sin aviso a un festival de música en el Amazonas, había sido la gota que colmó el vaso para su padre. Decidió contratar a un guardaespaldas para mantenerla bajo control y segura. Ayrton Senna, un ex-militar y especialista en seguridad personal, fue el elegido para la tarea.

Desde el primer encuentro, la tensión entre ellos fue palpable. Ayrton, con su seriedad y profesionalismo, contrastaba con el espíritu libre y desafiante de Diana. Ella lo consideraba una intrusión en su vida privada, mientras que él veía su misión como una obligación que cumplir a toda costa.

—No necesito un niñero, y mucho menos alguien como tú siguiéndome a todas partes —espetó Diana el primer día que Ayrton llegó a la mansión Mendes.

—Mi trabajo es asegurarte de que estés a salvo, no gustarte —respondió Ayrton con calma, su tono firme y decidido.

Los días pasaron y la relación entre ellos se volvió cada vez más tensa. Diana hacía todo lo posible por escapar de la vigilancia de Ayrton, mientras que él utilizaba toda su experiencia para anticipar cada uno de sus movimientos. Las confrontaciones eran constantes, llenas de sarcasmo y miradas desafiantes.

Una noche, después de un concierto clandestino en un barrio peligroso de São Paulo, Diana se encontró en una situación complicada con unos matones locales. Ayrton intervino justo a tiempo, demostrando no solo su habilidad para protegerla, sino también una valentía y destreza que Diana no había esperado.

—¿Por qué arriesgarías tu vida por mí? —preguntó Diana, todavía temblando por el susto.

—Es mi trabajo, Diana —respondió Ayrton, pero en sus ojos había algo más, una preocupación genuina.

Poco a poco, Diana comenzó a ver a Ayrton con otros ojos. Detrás de su fachada de hombre duro, había alguien que realmente se preocupaba por su bienestar. Y Ayrton, a su vez, empezó a admirar la pasión y determinación de Diana, viendo más allá de su comportamiento rebelde.

Un día, mientras estaban en una misión en una remota localidad del interior de Brasil, se vieron obligados a refugiarse en una cabaña debido a una tormenta. Sin electricidad ni señal, no tuvieron más opción que hablar. Las conversaciones, inicialmente tensas, se volvieron sinceras y profundas. Diana le habló de su deseo de encontrar su propio camino, lejos de las expectativas de su padre. Ayrton compartió sus experiencias en el ejército y cómo había decidido convertirse en guardaespaldas para ayudar a proteger a quienes lo necesitaban.

Esa noche, en la cabaña, algo cambió entre ellos. La barrera del odio se derrumbó, dando paso a una conexión más profunda. Se miraron de una manera diferente, reconociendo en el otro algo que ambos habían estado buscando: comprensión y apoyo.

Los días siguientes fueron una mezcla de descubrimiento y aceptación. Diana ya no veía a Ayrton como una imposición, sino como alguien en quien podía confiar. Y Ayrton se dio cuenta de que su misión había dejado de ser solo una tarea profesional; proteger a Diana se había convertido en algo personal.

Finalmente, en una de las escapadas planificadas por Diana, mientras observaban la puesta de sol desde una colina, Ayrton se giró hacia ella y dijo:

—Diana, sé que te he parecido una molestia, pero lo único que quiero es verte feliz y segura. He llegado a conocerte y admirarte más de lo que imaginé.

Diana, con los ojos llenos de emoción, respondió:

—Y yo, Ayrton, he aprendido que no todas las protecciones son malas. Gracias por estar ahí, incluso cuando no lo quería.

Ese fue el comienzo de una relación que, nacida del conflicto, floreció en amor. Juntos, enfrentaron no solo las amenazas externas, sino también los desafíos de un mundo que nunca dejó de observarlos. Ayrton se convirtió en el protector y compañero que Diana necesitaba, y Diana le mostró a Ayrton un mundo lleno de pasión y vida que él había olvidado disfrutar.

En el corazón de São Paulo, entre la opulencia y los peligros, Diana Mendes y Ayrton Senna encontraron en el otro un amor que no solo los protegía, sino que los hacía sentir verdaderamente vivos.

One Shots - Ayrton Senna © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora