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El sol comenzaba a descender sobre el horizonte, pintando el cielo con tonos anaranjados y rosas. Ayrton Senna se encontraba en su coche, conduciendo por las sinuosas carreteras de la costa italiana. Había decidido tomarse un breve descanso antes de la próxima carrera, y la belleza del paisaje lo ayudaba a relajarse.

A su lado, Diana Mendes contemplaba el mar, maravillada por la serenidad del lugar. Habían encontrado un pequeño café con una vista espectacular y decidieron detenerse allí. Aparcaron el coche y se dirigieron a una mesa en la terraza, donde el sonido de las olas rompiendo contra las rocas era la única banda sonora necesaria.

— Este lugar es increíble. — comentó Diana, tomando un sorbo de su café. "Gracias por traerme aquí.

— Sabía que te gustaría. — respondió Ayrton, sonriendo. "Necesitábamos un respiro, solo nosotros dos.

La tranquilidad del lugar contrastaba con la adrenalina constante de las carreras. Para Ayrton, estos momentos eran esenciales para mantener su equilibrio. Miró a Diana, maravillado por cómo su presencia siempre lograba calmar su mente. Ella era su ancla, la persona que lo mantenía centrado.

— ¿En qué piensas? — preguntó Diana, notando su mirada.

— En cómo haces que todo parezca más sencillo. — respondió él, tomando su mano. — En la pista, todo es rápido y peligroso. Pero contigo, todo se siente más seguro.

Diana sonrió, apretando su mano suavemente. — Siempre estaré aquí para ti, Ayrton. En cada curva peligrosa y en cada momento de calma.

Después de terminar sus bebidas, decidieron dar un paseo por la playa cercana. Caminaron descalzos, dejando que la arena fría se filtrara entre sus dedos. La brisa marina acariciaba sus rostros y el sonido del mar era un bálsamo para sus almas.

Ayrton se detuvo, mirando hacia el horizonte. — Diana, quiero que sepas algo. — dijo, su voz llena de sinceridad. — Cada vez que estoy en la pista, pienso en ti. Eres mi fuerza, mi inspiración. Y quiero que sepas que, pase lo que pase, siempre te llevaré en mi corazón.

Diana sintió una lágrima deslizarse por su mejilla. 

— Ayrton, tú también eres mi todo. No importa dónde estés, siempre estaré contigo, apoyándote.

Se acercaron, y Ayrton la abrazó con fuerza. Era un momento perfecto, un recuerdo que guardarían para siempre. Bajo el cielo pintado de colores cálidos, se besaron, sellando su promesa de amor eterno.

El tiempo parecía detenerse, y por un instante, no había carreras, no había peligro. Solo ellos dos, juntos, en un rincón tranquilo del mundo.

One Shots - Ayrton Senna © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora