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Diana Mendes jamás habría imaginado que su vida tranquila como estudiante cambiaría tan drásticamente. Era una noche como cualquier otra, y al salir de la escuela, su mente estaba llena de pensamientos sobre los exámenes finales y los planes de verano. Sin embargo, esos pensamientos fueron rápidamente interrumpidos. Mientras caminaba hacia su casa, un grupo de hombres apareció de la nada, rodeándola y subiéndola a un auto negro sin que pudiera hacer nada.

El pánico la invadió mientras los hombres la mantenían en silencio, y en su mente, una sola pregunta resonaba: ¿quiénes eran y qué querían de ella? Su corazón latía con fuerza, y la adrenalina corría por sus venas. No sabía cuánto tiempo pasó, pero finalmente el auto se detuvo, y la llevaron a una lujosa mansión oculta en las afueras de la ciudad.

La decoración era opulenta, con luces tenues y muebles elegantes, pero no podía disfrutar de nada de ello. Su mente estaba enfocada en escapar. Fue llevada a una sala amplia y fría, donde la esperaría su captor, Ayrton Senna. En la escuela, él era un enigma; todos hablaban de su carisma y popularidad, pero también de su misterioso comportamiento. Ahora, se enfrentaba a él en un contexto completamente diferente: el líder de una organización criminal que había mantenido oculta de todos.

— ¿Por qué yo? — le preguntó Diana, con la voz entrecortada por el miedo y la rabia, mientras la sentaban en una silla y la encadenaban. Su corazón latía frenéticamente, y la desesperación comenzó a apoderarse de ella.

Ayrton se acercó lentamente, con una mezcla de arrepentimiento y deseo en sus ojos oscuros. — Te amo, Diana — dijo en voz baja, su tono un susurro. — No podía dejar que alguien más te tuviera. Te necesito en mi vida, aunque sea de esta manera.

Diana lo miró, incapaz de comprender lo que acababa de escuchar. La confusión la envolvía mientras luchaba entre la indignación y el atisbo de una conexión que nunca había considerado. Aunque la tenía retenida contra su voluntad, la trataba con una suavidad inesperada. En sus ojos, había una vulnerabilidad que contrastaba con su imagen dura y dominante.

— No puedes simplemente secuestrarme porque crees que me amas — dijo Diana, tratando de mantener su voz firme. — Esto no es amor, es posesión.

Ayrton se quedó en silencio por un momento, y algo en su expresión cambió. — Lo sé — admitió, pasando la mano por su cabello. — Pero el mundo en el que vivo es peligroso. No puedo arriesgarme a perderte. La vida que llevo no es segura, y hay muchos que me quieren ver caer. Te traje aquí para protegerte.

Las palabras de Ayrton comenzaron a calar hondo en el corazón de Diana. A pesar de su situación, sentía una extraña conexión con él. Había una chispa de emoción en su pecho que no podía ignorar, a pesar del miedo que la envolvía. Con el tiempo, empezó a darse cuenta de que Ayrton no era solo el chico popular y arrogante de la escuela. Había una profundidad en él, un conflicto que lo atormentaba, y ella podía verlo.

Los días se convirtieron en semanas, y aunque estaba secuestrada, Diana comenzó a conocer al verdadero Ayrton. Pasaban horas hablando, y en esas conversaciones, ella descubrió sus sueños y miedos. Él le contaba sobre su infancia y cómo había sido empujado a la vida del crimen por las circunstancias, sin opción más que sobrevivir. Ella, a su vez, compartía sus aspiraciones de ser artista, sus pasiones y su vida anterior, creando un vínculo inesperado entre ellos.

Una noche, mientras estaban sentados en el jardín de la mansión, bajo la luz de la luna, Ayrton se volvió hacia ella. — No quiero que esto sea solo un secuestro. Quiero que comprendas por qué hice esto — dijo, su voz llena de sinceridad. — No puedo prometerte una vida normal, pero puedo prometértelo a ti.

Diana sintió que su corazón latía con fuerza. La confusión la envolvía, pero no podía ignorar la conexión que habían formado. — Ayrton, esto no es lo que quiero — dijo, pero había un tono de duda en su voz. — ¿Cómo puedo confiar en ti después de lo que has hecho?.

— Déjame demostrarte — respondió él, acercándose. La mirada en sus ojos era intensa, y por un momento, el mundo exterior desapareció. Ella sintió una mezcla de miedo y emoción, y no pudo evitar la atracción que sentía hacia él. Era un amor complicado, lleno de sombras y peligros, pero también lleno de promesas.

A medida que los días pasaban, su relación evolucionó. Lo que había comenzado como un secuestro se transformó en algo más profundo, un juego de emociones en el que ambos se arriesgaban. Sin embargo, el mundo exterior no podía ser ignorado. La mafia que rodeaba a Ayrton no se detendría, y el peligro siempre acechaba.

Una noche, mientras discutían sobre el futuro, un grupo rival irrumpió en la mansión. El caos estalló, y mientras los hombres luchaban, Ayrton tomó a Diana de la mano, llevándola a un lugar seguro. — Tienes que salir de aquí — le dijo, mirándola con intensidad. — No puedo permitir que te hagan daño.

— Diana, por favor, confía en mí — suplicó, mientras ella luchaba entre su amor por él y el miedo a perderlo. — Este mundo es peligroso, pero lo que siento por ti es real. Quiero una vida contigo, pero no puedo permitir que te vean como un blanco.

Diana sabía que tenía que tomar una decisión. ¿Podría aceptar esa vida peligrosa junto a Ayrton? ¿O tendría que arriesgarlo todo para escapar de su mundo?

Mientras los disparos resonaban en la mansión, ella lo miró a los ojos y vio su desesperación. En ese instante, decidió que el amor era un riesgo que estaba dispuesta a asumir. — Estoy contigo — dijo, entrelazando sus dedos con los de él. — No importa lo que pase.

Juntos, se enfrentaron a la tempestad que se avecinaba, sabiendo que su amor, aunque arriesgado y complicado, era más fuerte que cualquier peligro que pudieran encontrar. En medio del caos, Diana comprendió que, aunque su vida nunca volvería a ser normal, el amor que habían forjado era lo único que realmente importaba.

One Shots - Ayrton Senna © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora