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Había algo especial en Brasil que siempre llamaba a Ayrton de vuelta a casa. Era su tierra, el lugar donde todo comenzó, y cada vez que tenía la oportunidad, no dudaba en llevar a Diana con él para escapar del caos de las carreras y los compromisos internacionales.

Este verano, decidieron pasar unos días en la pequeña ciudad costera de Angra dos Reis, un paraíso escondido entre el mar y la selva. Diana observaba desde la ventana de la posada, maravillada por las vistas. El océano se extendía ante ellos en tonos de azul y verde que nunca había visto en otro lugar. Era un respiro bienvenido después de meses de estrés y competencia. Ayrton siempre estaba en su mejor versión en casa, relajado y con una sonrisa despreocupada.

— Vamos, te tengo una sorpresa — dijo Ayrton una mañana, con esa chispa traviesa en los ojos que tanto le gustaba a Diana. Ella lo siguió sin preguntar, confiando plenamente en él.

Tomaron un pequeño bote hacia una isla cercana, una de las tantas que adornaban la costa brasileña. Al llegar, Ayrton le ayudó a bajar, y caminaron por una playa desierta con palmeras que se inclinaban hacia el mar. La brisa cálida jugaba con el cabello de Diana mientras se adentraban en la vegetación.

— ¿A dónde me llevas? — preguntó ella, riendo mientras intentaba seguirle el paso.

— Ya verás — respondió Ayrton, guiándola por un sendero escondido entre los árboles. Finalmente, llegaron a una pequeña cascada, donde el agua caía en un lago cristalino.

— Este es uno de mis lugares secretos — dijo Ayrton mientras se quitaba los zapatos y se metía en el agua. — Vengo aquí cuando necesito despejar mi mente.

Diana lo siguió, sintiendo el agua fresca en su piel. Nadaron juntos en silencio, disfrutando de la paz que ofrecía ese rincón de Brasil. Allí, no había carreras, ni presiones, ni cámaras. Solo eran ellos dos, compartiendo un momento de tranquilidad en medio de la naturaleza.

Después de nadar, se sentaron en las rocas junto a la cascada, con Ayrton abrazándola mientras veían el atardecer. — Este es mi verdadero hogar — dijo él, mirando al horizonte. — Y me alegra que estés aquí conmigo.

Diana apoyó la cabeza en su hombro, sintiendo el calor de su cuerpo. — No importa dónde estemos — susurró ella, — siempre que estemos juntos, será nuestro hogar.

One Shots - Ayrton Senna © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora