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El viento soplaba suavemente en la noche de Imola, acariciando las hojas de los árboles y llevando consigo el olor a tierra mojada. Diana estaba en su habitación de hotel, mirando por la ventana, perdida en sus pensamientos. Había un presentimiento en su pecho, una sensación de que algo estaba por suceder. Entonces, sonó la puerta.

Al abrir, se encontró con Ayrton. Su expresión era seria, sus ojos oscuros mostraban un cansancio que iba más allá de lo físico. Sin decir una palabra, él entró en la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Diana lo miró, esperando a que hablara.

— Tenemos que hablar, Diana. — dijo él finalmente, su voz baja, casi un susurro.

Ella asintió, sintiendo que su corazón se encogía. — Lo sé. ¿Qué pasa, Ayrton?

Él se acercó y tomó sus manos, apretándolas con fuerza. — Mañana... mañana podría ser mi última carrera.

Diana lo miró con preocupación, el miedo creciendo dentro de ella. — No digas eso. Eres el mejor, Ayrton. Has superado tantos obstáculos, tantas dificultades. Mañana será solo otra carrera.

Ayrton negó con la cabeza, sus ojos fijos en los de ella. — No lo siento así esta vez. Hay algo en el aire, algo que me dice que podría no regresar.

Diana sintió las lágrimas acumularse en sus ojos, pero las contuvo, negándose a aceptar lo que él estaba sugiriendo. — No, no puedes pensar así. No puedes ir a la pista mañana con esa mentalidad.

Ayrton la atrajo hacia él, abrazándola con fuerza. — Lo sé, y no lo haré. Pero necesito que sepas lo que siento, porque no puedo llevar este peso solo.

Diana se aferró a él, sintiendo cómo el miedo la envolvía. — Te amo, Ayrton. No puedo perderte.

Él la besó suavemente en la frente, sus labios temblando contra su piel. — Y yo te amo a ti, más de lo que jamás podré expresar. Pero si algo me pasa mañana, quiero que sepas que nunca me arrepentí de lo que tuvimos. Fuiste la luz en mis días más oscuros.

Las lágrimas cayeron silenciosamente por el rostro de Diana. — No digas eso, por favor. Vas a salir de esa carrera y vamos a seguir con nuestras vidas. Juntos.

Ayrton se apartó un poco, lo suficiente para mirarla a los ojos. — Quiero creer eso, pero si mañana es el final... quiero que me prometas que seguirás adelante. Que vivirás por los dos.

Diana sintió que su corazón se rompía en mil pedazos, pero asintió, sabiendo que no podía negarle su última petición. — Te lo prometo.

Él la besó entonces, un beso lleno de amor, desesperación y un adiós no dicho. Se aferraron el uno al otro como si el mundo estuviera a punto de desmoronarse, y en ese momento, solo existían ellos dos.

Cuando se separaron, Ayrton le acarició la mejilla, secando sus lágrimas. — Gracias por todo, Diana. Por amarme, por apoyarme. Pase lo que pase, siempre estarás en mi corazón.

Diana no pudo contener más las lágrimas, y las dejó fluir mientras lo abrazaba una vez más. — Te amo, Ayrton. Siempre te amaré.

Esa noche, durmieron abrazados, aferrándose a la esperanza de un mañana que ninguno de los dos estaba seguro de tener.

Al día siguiente, en Imola, el rugido de los motores llenó el aire mientras los autos se alineaban en la parrilla de salida. Diana observó desde el garaje, su corazón latiendo con fuerza mientras Ayrton se preparaba para la carrera. Le había dado su bendición, pero en su interior, rezaba para que su premonición no se hiciera realidad.

Sin embargo, la tragedia golpeó, y el mundo perdió a uno de sus más grandes íconos.

Meses después, Diana se encontraba en un pequeño pueblo de Brasil, en la tumba de Ayrton Senna. Colocó una flor en el mármol, su corazón aún pesado por la pérdida, pero con la promesa que le había hecho aún latente en su alma.

— Te lo prometí, Ayrton. — susurró, dejando que las lágrimas fluyeran libremente. — Viviré por los dos. Y siempre te llevaré en mi corazón.

Con un último suspiro, se dio la vuelta y se alejó, dejando atrás el amor de su vida, pero llevándolo consigo para siempre.

One Shots - Ayrton Senna © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora