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Diana Mendes, una joven y ambiciosa ejecutiva, trabajaba en una de las firmas más prestigiosas de Nueva York. Su inteligencia y determinación la habían llevado a escalar rápidamente dentro de la empresa, convirtiéndose en una de las figuras más respetadas en su campo. Sin embargo, con su éxito venía una actitud egocéntrica que la hacía temida y admirada por igual.

Ayrton Senna, un consultor externo contratado para un importante proyecto, era conocido por su habilidad para transformar empresas con su aguda visión y su carisma irresistible. Al llegar a la oficina de Diana, no tardó en captar la atención de todos, incluida ella.

Desde su primer encuentro, la química entre ellos fue innegable. Diana, con su mente afilada y su control implacable, encontró en Ayrton un rival y un igual. Ayrton, por su parte, se sintió intrigado por la mezcla de belleza y ferocidad que Diana encarnaba.

Un día, después de una reunión particularmente intensa, Diana decidió quedarse tarde para revisar algunos informes. La oficina estaba casi vacía, el ambiente tranquilo contrastando con el bullicio habitual.

Mientras revisaba los documentos en su despacho, escuchó un golpe suave en la puerta. Levantó la vista y vio a Ayrton, apoyado en el marco de la puerta, mirándola con una sonrisa que prometía más de lo que decía.

—¿Trabajando hasta tarde, Diana? —preguntó Ayrton, entrando en la oficina sin esperar una invitación.

Diana levantó una ceja, disimulando su sorpresa. —Alguien tiene que hacerlo, Ayrton. ¿Qué te trae por aquí?

—Pensé que podrías necesitar una segunda opinión en esos informes —respondió él, acercándose a su escritorio.

Diana sabía que Ayrton no estaba allí solo por los informes. La tensión entre ellos había estado creciendo, y ambos sabían que eventualmente llegaría a un punto crítico.

—¿Y qué opinas? —preguntó ella, retándolo con la mirada.

Ayrton sonrió, apoyándose en el borde del escritorio. —Creo que estás haciendo un trabajo excepcional. Pero me pregunto, ¿alguna vez te tomas un descanso?

—No suelo tener tiempo para eso —dijo Diana, sintiendo cómo la tensión se intensificaba con cada palabra.

—Quizás deberías hacerlo. Te haría bien —murmuró Ayrton, inclinándose más cerca.

Diana sintió su respiración acelerar. El aire entre ellos estaba cargado de electricidad. —¿Y cómo propones que me relaje?

Ayrton no respondió con palabras. En lugar de eso, se inclinó hacia ella, sus labios encontrando los de Diana en un beso inesperadamente suave pero lleno de deseo. Diana respondió con igual intensidad, dejando que todo el control que había mantenido cuidadosamente se desvaneciera en ese momento.

Ayrton la levantó del asiento, haciéndola sentarse en el escritorio. Sus manos exploraron su cuerpo, acariciando su piel con una urgencia contenida. Diana se aferró a su camisa, atrayéndolo más cerca mientras sus labios se movían con una pasión desenfrenada.

Los papeles y documentos quedaron olvidados, cayendo al suelo mientras ambos se perdían en el calor del momento. Diana soltó un gemido suave cuando Ayrton besó su cuello, sus manos deslizándose bajo su blusa. Cada toque, cada beso, era una afirmación de la atracción que había estado ardiendo entre ellos desde el primer día.

—Esto es... —intentó decir Diana, pero Ayrton la interrumpió.

—Lo que ambos necesitamos —murmuró él, sus labios moviéndose contra los de ella con una intensidad que la hizo temblar.

En la soledad de la oficina, encontraron un refugio temporal donde sus roles profesionales y la competencia se desvanecieron, dejándolos solo con el deseo y la conexión que compartían. Era una mezcla de poder y pasión, una combinación que ambos sabían era tan peligrosa como irresistible.

Esa noche, mientras la ciudad de Nueva York seguía su ritmo frenético fuera de las ventanas, Diana y Ayrton descubrieron que a veces, incluso en los entornos más controlados, la atracción y el deseo pueden romper todas las barreras, llevándolos a un punto de no retorno que ninguno de los dos había anticipado.

One Shots - Ayrton Senna © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora