Capítulo 3

62 16 4
                                    

Lo que ven sus ojos no pueden creerlo, ha escuchado chismes sobre personas a las que secuestran, personas a las que torturan y este escenario le parece algo parecido. Su cuerpo se tensa al conocer ese espacio lleno de humedad, porque la brisa entra por la ventanilla larga que da hacia la calle, es allí donde él lo observó. Las paredes están manchadas, hay demasiado polvo y telarañas que cubren cajas y muebles. Un viejo colchón tirado en una esquina medio en buenas condiciones con una manta de color azul oscuro desgastada, frunce el ceño al ver unas barras que están atornilladas al suelo, siniestramente deja ver una cadena larga que va dando paso al  aterrorizado  chico de cabello oscuro, maltratado al igual que la piel blanca que ha perdido color, los labios agrietados y sus ojos sin esperanza, sujetado del tobillo, sus piernas largas y delgadas se muestran sucias acompañado de algunos rasguños. Bright se acerca sin poder creérselo. Un agujero en su estómago y su corazón con miedo. 

—Está bien, te sacaré de aquí —alza una mano insegura en el aire para tratar de tranquilizar al pelinegro que está sentado en el colchón. 

—No, espera. Pensé que podría ser mi imaginación pero si eres real —parece perturbado, sin la claridad de la realidad. 

—¿Por qué estás aquí? ¿Quién te hizo daño? Fueron tus padres? —Bright traga saliva, sin querer saber la verdadera respuesta. Aún así, está aquí. Lo encontró. Y no puede dejarlo en ese estado. 

Entonces el pelinegro desata en llanto, se cubre la cara y a Bright se le cae el alma. El llanto es doloroso. Puede percibir el silencioso terror de las lágrimas. 

—No, no quiero ser malo, quiero ser un buen hijo —cubre su rostro, adolorido en llanto. 

A Bright le cuesta definir la verdad detrás de esas palabras, probablemente lo que podría ser un trauma, el chico parece obligado a tratamiento que está mal visto ante los ojos de cualquier persona «¿Por qué sería un mal hijo? Lo tienen encerrado como un perro» sus pensamientos son enfurecidos. 

—No temas, te ayudaré. Llamaré a la policía ellos se harán cargo —se aproxima al sucio colchón para observar la cerradura de la cadena lo que sería difícil de abrir. 

—¡No! —grita el pelinegro con miedo—. Ellos, tienen un respaldo, no, no, les digas, no, no —sigue desesperado. 

—¿Te refieres a que? —la mente de Bright puede deducir que sus padres pueden tener un trato con la policía y este chico se ve muy asustado, si llama podría ser un problema pero si no lo hace sería lo mismo en grados bajos hasta que se le ocurre una idea. 

—No los voy a llamar, te llevaré conmigo mientras vemos qué hacemos. 

El pelinegro se ve aliviado, una esperanza cruza por sus ojos, una que no había estado antes, una que hace que vea a un héroe frente a él. 

—Las llaves están en la alcoba de mamá, siempre ha puesto allí las del sótano —dice algo agitado esperando que nadie los descubra en especial sus padres. 

La rapidez con que Bright se movió podría superar a los atletas de su instituto, no había mejor momento para ser un gran corredor, no conocía la casa pero todas son casi iguales en  cuanto a dormitorios, el espacio del pasillo parecía acortarse cuando corría debido a la presión de su mente, el celular no lo soltó en ningún momento. Ingresa al dormitorio grande que asemeja al de los padres, fue hasta el buró de madera con un espejo cubierto por mantas blancas al igual que todo. Abrió las tres gavetas, una por una, hasta que halló lo único que se encontraba adentro. Una caja de fósforos. Pareció perder todo buen augurio al ver que no podía encontrar las llaves, el enojo lo superó y agarró la caja de fósforos y lo tiró al suelo, el golpe resonó como algo pesado, se acercó y levantó, al abrirla descubrió dos pequeñas llaves. 

OCULTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora