Capítulo 4

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Salió apresurado de la habitación hacia la cocina, buscó un balde y lo lleno en el lavaplatos de la cocina, al instante escuchó un sonido de puerta y se apresuró a ver que el pelinegro no había salido, sería un problema.

—Bri, ¿Qué paso? ¿Qué fue lo que encontraste? 

—Eres tu enana —en su voz puede escucharse alivio—. No había nada, al parecer fue una falsa alarma. 

—Eso es bueno, pero cámbiate la chaqueta puedes agarrar un resfriado y… ¿Por qué llenas con agua ese balde? —asoma la cabeza. 

—Quiero limpiar las ventanas. 

—¿Con toda esa agua? —su hermana no entendía la lógica de llevar un balde si bien podía utilizar el limpia vidrios. 

—si —rueda los ojos—. No seas entrometida —le da un leve empujón con la mano en la frente a su hermana para que deje de husmear—. Ve a dormir.

Tu iba a protestar y quería seguir averiguando la forma tan extraña de limpiar de su hermano pero en la puerta principal ingreso Aum, riendo y conversando con el incansable y amable Connor. Bright enfureció al ver al no bienvenido novio de su madre. «El traidor uniéndose a su amante traicionera». La rabia alcanzaba tanto al amigo de su padre como a su madre que le fue infiel a su padre con Connor. 

—¿Por qué tiene que estar aqui? —endurece la voz—. Eso es lo que querías, te divorciaste para terminar con él y nos arrastras a tus porquerías porque no te bastó engañar a mi padre. 

—¡Bright, no hables así! No es como tu piensas —excusa Aum. 

—Es mejor que me vaya —interviene Connor apenado de provocar molestia en el hijo mayor de Aum. 

—No, te quedas aquí. Está es mi casa, yo decido quien se queda aquí —impone Aum enojada con su hijo. 

Bright enfurece e iba hacer lo impensable pero un ruido grave en su habitación hizo que todos volteen en esa dirección y lo alertó. Con agilidad fue por el balde lleno de agua y salió de la cocina con evidente enojo pero parecía que ese instante su atención estaba sobre algo más, se volvió a encerrar en la habitación a lo que su madre, hermana y Connor solo observaron pero quedando en alivio cuando vieron que no había más por discutir. 

—¿Que pasó? —cuestiona preocupado al ver que el pelinegro está en el suelo. 

—Yo solo quería cerrar la ventana pero mis manos son débiles —mira sus propias manos—. Lo lamento por hacer ruido. 

—Vamos, levántate —ofrece una mano para ayudarlo, sigue serio y con una evidente tensión en su semblante 

—Perdón —repite el pelinegro viendo el enojo que sobresale del que lo auxilió siente que está molestando. 

—¿Por qué pides perdón? —frunce el ceño—. Es comprensible que no tengas fuerza. Tratemos de no hacer mucho ruido —hablo con un tono amable, tratando de calmar el enojo que tenía por la discusión con su madre, buscó una camisa que ya no utiliza y la rompió—. Limpiate con ello, saldré para que te sientas cómodo. 

—No —pide el pelinegro con algo de temor—. Puedes quedarte, prefiero no estar solo. 

Bright no podía dejar de ver la rota confianza del pelinegro, sus ojos decían lo asustado que estaba podía adivinar que estuvo por mucho tiempo solo en aquel sótano frío y oscuro. Él asintió y tomó asiento en la orilla de la cama sin ver mucho a dónde el chico se quitaba la camisa. 

El pelinegro metió el retazo de tela en el balde, el agua se sentía como una renovación de sus impurezas, las cadenas que lo ataban no lo hacían alcanzar el bote de agua que sus padres le dejaban en ocasiones a un lado de la tina donde hacía sus necesidades, el toque del agua en su piel lo gozaba en pequeñas cantidades, suspiro y sus lágrimas brotaron queriendo disfrutar de lo que probablemente no tardarían en quitárselo. 

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