Capítulo 7

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El recorrido no fue extenso. Al ingresar al supermercado tomaron un carrito. El primer pasillo fue el de los vegetales y fruta. Connor agregó vegetales y sandía para que la menor pudiese disfrutar de su merienda. 

—¿Qué más podremos llevar? Tu eres la experta en esto —halaga Connor sabiendo que Tu es quien hace algunas comidas para ella y su hermano apenas siendo una niña de diez años, lo que le parece lo bastante maduro para hacerse responsable. Le da el mérito pero piensa hacerse cargo de lo necesario a partir de ahora. 

—Cereal, a Bright le gusta. Macarrones, carne, queso, pechugas de pollo, especias —enumera cada una los ingredientes que acostumbra a utilizar.

Connor presta atención a cada una de las menciones, llegan a los cereales y no sabe cuál de todos escoger. 

—¿Qué cereal comen? 

—El chocochispas le gusta a Bright —jala la caja mediana de un topo animado comiendo bolitas de cereal cafés. 

—¿Ese te gusta a ti o cuál es tu preferido? —indago al darse cuenta que tiene mucho en mente a su hermano pero no de sus gustos. 

—Me gusta lucky charms —señala la caja en la que sobresale la imagen de un arcoiris. 

—Ese me gusta también. Llevaremos las dos cajas —dijo con una sonrisa que también hizo sonreír a Tu, además de que le estaban comprando su cereal favorito. 

—Mamá solo compraba chocochispas para quedar bien con Bright y que no se enoje. Gracias Connor —delibera con gran inocencia la menor dando a conocer que ella en el fondo también quería que le prestarán atención. 

Luego de hacer las compras y regresar a casa Connor guarda las compras con la ayuda de Tu, a excepción del vaso grande de helado que compro para comerlo en ese instante. Alcanzando una copita de helado se sienta en uno de los banquillos del desayunador al igual que la menor. 

—¿Por qué estás aquí? —cuestiona de repente Tu. 

—Tu madre me invitó. En realidad no quiero molestar, solo quiero ayudar. —Es una parte de la verdad. Connor no quería perturbar la paz de los dos menor?es, más de lo que ya había causado, pero Aum le insistió y convenció y la ama tanto que no pudo negarse. 

—Sería de buena ayuda que convenzas a mamá de que hable con Bright, para que la perdone. El no olvida su traición a papá —la menor mira su copita de helado pensando muchas cosas. 

Connor hace a un lado su copa de helado perdiendo el gusto de comer. Si bien, no tiene del todo la culpa, se siente como el inicio del problema de los chicos. Cuando conoció a Aum, no pensó que ella lo buscaría, ni lo llamaría teniendo esposo contando que este era su amigo. Ella tenía una mente muy despreocupada en cuanto a lo que pudieran pensar su familia, muchas veces se expresó con un “no me importa quiero ser libre y querer a quien quiera”, vivía lamentando haberse casado con el padre de los chicos y aborrecía vivir bajo el mismo techo que su ex esposo, por su parte trató de alejarse, no pudo. Le atraía, le encantaba, la adoraba, la miraba como su ángel, aunque ahora lo duda un poco y es por la manera en cómo lleva la situación con sus hijos, de forma desinteresada y le provoca un malestar en la boca del estómago.

—Lo siento mucho, Tu —dijo sincero, arrepentido—. Voy a tratar de convencer a tu madre para que arregle la situación —sonríe. 

Tu da una sonrisa confiada. Es una niña y no sabe bien cómo tomar las decisiones de los adultos, tiene la esperanza de que Connor cumpla la promesa ya que a pesar de que era un “traidor” cómo decía su hermano, se miraba sensato, más de lo que sus padres lo eran. 

Tu terminó de comer su helado acompañada por Connor, hablaron sobre los cursos que más ha visto en la escuela, algunos detalles de su trabajo con pulseras que ama hacerlas en tiempos libres. No mencionó los problemas que lleva en la escuela con las niñas de su aula, un hecho que decidió omitir desde que la empaparon con agua por gusto de broma y Bright no dijo nada cuando la vio al salir de la escuela. Tenía el pensamiento de que a nadie le interesaba su vida. 

Al terminar de comer helado y explicarle a Connor las meriendas que llevan a la escuela fue a su habitación pero antes de ingresar escucho un ruido, uno que provenía de la recámara de su hermano, con curiosidad se acercó a la puerta. Tenía prohibido entrar, a su hermano le gustaba su privacidad. No prestó atención a su mente que le advertía, «no entres».

🍁🍁🍁🍁

Win había agarrado cierto interés en el cuaderno de bocetos de su rescatador, le tranquilizaba dibujar, debido a que es una de sus habilidades guardadas en un cofre del silencio, gracias a que su madre lo regañó al tener 7 años. Mantenía una libreta de pasta dura color negro en la que dibujaba todo el tiempo. Trazos inocentes; gatitos, conejitos, niños, sus padres, tenían tan buena técnica, tan reales. Una gran habilidad del arte sin duda. Sin embargo, tenía otro tipo; sombras o personas con rostros deformes, lugares que no tenían sentido. Una gran preocupación entró en los padres pero lo que detonó una bomba de enojo fue cuando realizó su último dibujo, a su hermana de cabeza con lo que parecía estar atada con lazos a una pared, desangrando. Win no tenía la noción de ellos, él solo se dejaba llevar por la pasión de los trazos, no tenía la culpa de plasmar las pesadillas que tenía por la noche y no lo dejaban tener buenos sueño. No le veía ningún problema en expresar lo que miraba al dormir. 

—No lo veas, no lo veas, no lo veas —murmura varias veces aún dibujando sentado en el suelo viendo hacia la ventana—. No está aquí, no está aquí —repetía como un mantra. Sus trazos se volvieron más insistentes, el lápiz de punta fina se incrustó más en la hoja hasta que perdió el control y rasgó la hoja. Win soltó el lápiz—. Déjame en paz. 

En esa habitación no había nadie, pero él presentía a alguien a su espalda, la presión en su nuca y el escalofrío recorría como un aviso de que alguien estaba allí o algo lo acompañaba. ¿Una sombra? ¿Un fantasma? No sabía con exactitud, solo lo ha visto en sus dibujos, solo lo ha presentido, lo ha escuchado como el susurro del viento en otoño. No lo suelta ni cuando estaba bajo el sótano, encadenado y solitario. Sin personas reales a su alrededor. Conociendo el trato cruel de sus padres por ser diferente, por un castigo, tachado de asesino. Al ver la mala suerte de pasar bajo llave oculto en lo que parecía una prisión y perder sus valiosos años encerrado, se enfureció, una vena resaltó de su frente y apretó los dientes queriendo tener a sus padres de frente y gritar a los cuatro vientos lo desalmados y crueles que fueron. Tiró el cuaderno y el lápiz que estampó sobre la ventana  transparente. 

Su ira se convirtió en miedo cuando el pestillo de la puerta hizo ruido. Creyó que era Bright, que había regresado luego, lo que le dejo en completo shock fue al ver una niña de colitas sorprendida y se tapó los oídos al escuchar el grito que soltó. Perdido y temeroso de que todo se arruinó, no dejaría que lo llevarán de nuevo al sótano, frío y oscuro, se levantó y alcanzó a la temerosa Tu poniendo su mano en la boca y cerrando la puerta. 

—No, no grites. —Su voz temblaba, la mano apretaba más contra la boca de la pequeña, su otra mano la sujetaba contra su voluntad al ver que se resistía—. Por favor, por favor, no grites. Prometo que te voy a soltar pero no digas nada —está a punto de llorar porque tiene miedo de que lo descubran más personas. 

—Mmm, mmm, mmm —intentó pronunciar Tu sin logro alguno pero se calmó al sentir que el extraño desconocido se escuchaba asustado y lloroso. 

Win sintió que la niña se relajó y dejó de pelear con su cuerpo, estaba desconcertado pero una parte estaba aliviado de que dejara de luchar, las ganas de llorar desaparecieron por unos minutos. 

—Te voy a soltar. Promete que no gritaras —suplicó con la duda en su interior pero poco a poco fue soltando a la menor. 

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