~° Capitulo 20 °~

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Capitulo Veinte, primera parte.

A veces, cuando piensas que has dejado el pasado atrás, llega alguien que te recuerda que tu pasado siempre será parte de ti, persiguiéndote a lo largo de tu vida.


VICTOR


Él me enseñó que no se debe confiar en cualquiera, que la confianza es algo que no todos merecen. Deben ganársela. Me mostró cómo el mundo está regido por leyes y reglas que, curiosamente, aquellos que las crearon no siguen. La gente con dinero y poder puede hacer lo que quiera sin sufrir las consecuencias.

Siempre lo supe, pero nunca lo vi desde su perspectiva. Pensaba que la suerte acompañaba a mi familia. Al nacer en una familia adinerada y poderosa, nunca noté que ni mis propios padres seguían esas leyes y reglas. Ni sus amigos, ni sus socios. Nadie en el círculo de mis padres hacía cosas buenas. Todo lo que tenían: el dinero, el poder, la fama, lo habían conseguido pisoteando a otros.

Él me enseñó a ver el mundo de una manera distinta. Comencé a encariñarme tanto con él que llegué a verlo como a un padre. Él mismo forjó sus leyes, sus reglas, su religión. Todo lo hizo desde cero, sin ayuda de nadie. Salió de la oscuridad y creó su propio mundo.

Un mundo donde él mandaba, donde todo estaba bien. Un mundo donde no eras juzgado ni rechazado por tus intereses, y especialmente, donde podías ser tú mismo. No existía el bien ni el mal, al menos para él, eso era irrelevante. Cada quien tiene su propia visión del mundo, cada quien sabe lo que es el bien y el mal en su propio universo.

Su tenacidad lo llevó hasta donde ha llegado. Nunca se dio por vencido, y por eso mismo lo admiraba con todo mi ser. Quería ser como él. Quería ser su mano derecha en ese gran mundo que él había creado.

Y así fue.

Él mismo me enseñó a serlo, me mostró un nuevo mundo, un lugar libre.

Me daba todo lo que pedía, me trataba como a un hijo. Si alguien me hacía daño en la escuela, él se deshacía de esa persona. Si alguien me gritaba o me levantaba la mano, él los mataba. Muchas veces, me daba el honor de hacerlo yo mismo. Desataba toda mi furia en ellos. Todo lo que me decían se los devolvía con creces.

Me volví intocable, porque él era capaz de asesinar a quien sea que me pusiera un dedo encima.

Pero no le bastó con crear su propio mundo; quería manejar a la gente. Y qué mejor manera de hacerlo que mediante el dinero, el éxito y la fama. Todo eso él podía proporcionarlo. Así, fundó una empresa en la que mucha gente que se asociaba con él obtenía fama, éxito en cualquier ámbito, dinero y poder.

Pero nada era gratis. Él pedía algo a cambio. Algo pequeño, que ni siquiera notaban que ya no poseían. Algo que no importa cuando estás vivo, pero es crucial cuando mueres. Algo que, mientras vives, prefieres entregar a cambio de fama y dinero.

Ese algo, tan preciado para él pero inútil para los demás.

El alma.

Nunca entendí por qué pedía eso. El alma no le daba algo físico. No daba dinero, comida, joyas ni nada tangible. El alma era solo algo espiritual, algo cuya existencia ni siquiera está comprobada. Pero, aun así, él la quería. No había nada que él deseara más que el alma.

La curiosidad por saber por qué el alma era algo que él deseaba tanto me quemaba por dentro, así que un día, después de pensarlo mucho, decidí investigar por mi cuenta. Ya le había preguntado muchas veces por qué quería algo que no podía tener, algo cuya existencia ni siquiera estaba comprobada, algo que no podía tocar ni le daba algún beneficio tangible. Siempre evadía mis preguntas o las respondía con otra pregunta, y las pocas veces que me contestaba decía que lo sabría después, cuando estuviera preparado, cuando alcanzara la mentalidad suficiente para soportarlo.

Entre Mentiras y SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora