Amor a primer cuarto

15. Grietas

Pasado el fin de semana, Sam se encontraba en un estado de constante agitación. La escena de la golpiza se repetía en su mente una y otra vez, impidiéndole concentrarse en cualquier otra cosa. No podía creer que su grupo de amigos, hubiera reaccionado de una manera tan inmadura y violenta, comportándose como un grupo de niños. La frustración lo carcomía por dentro, y sentía la imperiosa necesidad de exigir una explicación mínimamente coherente, especialmente de Emilio.

Aprovechando un rato libre que tenían, Sam los convocó en las canchas porque quería hablar a solas con ellos. Emilio y compañía lo tomaron a la ligera, pero cuando escucharon el tono en el que lo decía, empezaron a preocuparse; esto era serio. Al llegar, Sam se veía bastante afectado por la situación. Reunió todas sus fuerzas para mantener la calma, suspiró y, en busca de explicaciones, les dijo.

—No sé quién les dijo que necesitaba un grupo de representantes para golpear a cualquier persona en mi nombre, pero sea cual sea la razón deben de pararlo ahora, incluyendo el acoso gratuito.

Víctor y Joel quedaron petrificados, el miedo recorría sus cuerpos y, ambos buscando desesperadamente una salvación, miraron a Emilio, esperando que él, pudiera sacarles de ese embrollo. Sin embargo, Emilio, usando su mejor lógica, decidió fingir que no sabía nada. Esto, en vez de librarlos de la situación, hizo que Sam, que había intentado mantener una actitud pacífica, sintiera cómo la última chispa de su autocontrol se extinguía. La furia y la frustración, acumuladas durante días, se desbordaron. Con una voz cargada de enojo, les reclamó.

—¿De verdad creen que soy idiota? ¡Claro! Seguro un grupo de cabrones con aspecto y nombre similares mágicamente aparecieron y casi matan a Axel solo por diversión. Además, son tan cobardes que entre tres se aprovecharon de uno y en el momento en que alguien más llegó, ustedes corrieron como los cobardes que son.

La cara de Emilio se endureció, su molestia comenzaba a ser visible en sus facciones tensas y sus ojos se oscurecían. Al igual que Sam, no era ciego y pudo notar que últimamente se llevaban convenientemente bien. Sam lo estaba traicionando al ponerse del lado de alguien más, especialmente de Axel. ¿Cómo podía reemplazar su amistad con la de ese tipo? El rostro de Emilio se tiñó de celos y resentimiento. Sentía que su gran amigo ahora era bastante cercano a alguien que en el pasado lo hizo caer incontables veces. Creía que todo este tiempo se había esforzado por mantener a Sam feliz, por protegerlo, pero ahora veía que sus esfuerzos eran en vano. Sentía que Sam menospreciaba todo lo que él había hecho por su amistad. Con el orgullo herido y en un acto de impulsividad, Emilio dijo en voz baja.

—Al menos yo no te rompí la pierna y no ando de lambiscón como si nada.

Sam, como si de una fiera se tratase, le echó la mirada más amenazante y le respondió, con una furia que apenas podía contener.

—Pues si no anduvieras por el mundo como un puto animal golpeando a cada persona que puedes para demostrar qué tan grande tienes el pito, a lo mejor no tendría que andar enseñándote sobre decencia humana.

Con estas palabras, Emilio parecía estar poseído por cuarenta tipos de demonios diferentes. La ira lo consumía y, en un tono que parecía que le iba a romper las cuerdas vocales, le reclamó.

—¿Dónde quedó nuestra amistad? Me decepciona ver que has dejado de ser un hombre, traicionándonos de esta forma.

Ante esto, Sam sintió un torbellino de emociones. Quería romper todo a su paso, pero sabía que eso solo lo rebajaría a las mismas actitudes que reprochaba. Se sintió profundamente decepcionado, negó con la cabeza ante las palabras de Emilio y, sin más, comenzó a retirarse. Emilio, impulsado por la ira y la desesperación, intentó seguir enfrentándolo, pero Víctor y Joel, igualmente temerosos de las consecuencias, lo retuvieron. Sabían que no tenía caso seguir tras una causa perdida y que cualquier intento de confrontación solo empeoraría la situación.